"He hecho una película en contra del sistema del cine americano", dice Bertrand Tavernier
El director francés presenta 'Ley 627', un filme de denuncia política sobre la droga
Por el tema podría ser una película policiaca más. Pero no hay tiros, ni malvados irreductibles, ni héroes amargados. El protagonista de Ley 627, el último filme del cineasta francés Bertrand Tavernier, es un policía de la brigada de narcóticos que trabaja lo mejor que puede, que a veces pierde los nervios y que como pluriempleo graba vídeos de bodas. "No es un lobo solitario que lucha contra todo el mundo", dijo ayer Tavernier en Barcelona. "Es una película hecha contra la visión del cine estadounidense". También es "una denuncia política sobre la Francia de 1992".
El coguionista de Ley 627, título que alude al artículo del Código de la Salud Pública francés que castiga todas las infracciones relacionadas con la posesión, tráfico y consumo de estupefacientes, es Michel Alexandre, un policía con 15 años de experiencia al que Bertrand Tavernier conoció a través de su hijo Nils, que durante unos años fue toxicómano. "Los problemas de mi hijo con la droga habían acabado cuatro años antes de que empezara a trabajar en esta película", dice Tavernier. "Quise darme este tiempo antes de iniciar el proyecto, pero está claro que esta circunstancia justifica mi interés por el tema"."Pasé seis o siete meses conviviendo con los policías y las tres cuartas partes de lo que pasa en la película lo he visto directamente. Cuando observé el ambiente en el que trabajaban, en unos barracones, pensé que tenía que hacer esta película. Filmar estos decorados es filmar un estado de ánimo y un problema político".
En opinión de Tavernier tampoco se trata sólo de poner más policías, ni de dotarles mejor, "lo que tiene que haber es una mejor formación de los policías; hay que cambiar los métodos de trabajo, el estado de ánimo". La película no presenta soluciones. Casi a modo documental enseña el trabajo de una brigada de narcóticos a través de la mirada de uno de sus miembros. "El hecho de que el policía sea simpático o antipático no repercute en el verdadero problema", comenta el cineasta. Tampoco tiene una trama con principio y final: "Quería huir de la dictadura de la intriga. Al final todo permanece abierto, tanto las cuestiones psicológicas como sociales. No quería que la gente saliera del cine con la impresión de que algo ha quedado resuelto".
Babelia
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