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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Brassai: el ojo

Victoria Combalia

Con enorme satisfacción hemos de saludar esta exposición de Brassai. Por un lado, porque se trata de un autor casi inédito en nuestro país; por otro, por la corrección y acierto con que se ha seleccionado esta muestra; finalmente, porque se han rescatado, positivándolos por primera vez, muchos negativos, lo cual hace aún más valiosa esta iniciativa.El resultado es magnífico: un festín para la mirada y para la Fundación Tápies, un éxito, ya que se trata de una producción propia, que la institución exporta al extranjero (nuestro país es tan inculto que aún no sabe distinguir entre producciones propias y prestadas, premiando a veces a las prestadas y sin reparar en el esfuerzo de las de producción propia).

Brassai

Fundació Antoni Tápies. Aragó, 255. Barcelona. 14 de septiembre-7 de noviembre 1993.

Brassai, nacido en Hungría en 1899, llegó a París en 1924, donde conectó inmediatamente con el círculo surrealista. Las fotos que Brassai hiciera, en colaboración con Dalí, tituladas Esculturas involuntarias (una acumulación de pasta de dientes, un billete de metro enrollado, etcétera) se cuentan, en mi opinión, entre las obras más geniales del surrealismo, y resultan absolutamente anticipadoras de la poética de lo pobre (de Tápies a Beuys) posterior. Entre sus colaboraciones con Dalí aparecen fotografías tan reproducidas hoy como la titulada Le phenoméne de llextase o los fragmentos de elementos del metro parisino, publicadas ambas en la revista Minotaure en 1933.

El objeto encontrado

Más que propiamente surrealista, Brassai explora la noción de objeto encontrado, que encuadra en visiones fragmentadas, laterales y a veces secuenciales.La idea de lo maravilloso en lo cotidiano, pero también el humor y el erotismo, todos ellos rasos típicos de la poética surrealista, impregnan una parte de la obra de Brassai. En La tourterelle et la poupée, de 1937, una paloma revolotea alrededor de una muñeca... sólo que lo hace hasta sacarle los ojos y hasta acoplarse con ella, una versión más fiera y,. a la vez, más doméstica, de Leda y el cisne.

Es típica también de toda una estética surrealista la noción del encuentro fortuito. Breton iba al Marché aux Puces cada semana, Miró decía que actuaba como un insecto (en su búsqueda de un objeto capaz de ser integrado en la obra, o de ser calificado de "artístico"). Brassai, en sus exploraciones urbanas, fotografió los graffiti callejeros, hoy ya célebres. Y lo hizo concienzuda y metódicamente, desde 1930 en adelante. Las semejanzas con el arte prehistórico y primitivo sin duda hubo de interesar mucho a Brassai el texto A rt primitif de Bataille, publicado en la revista Documents-, y con obras coetáneas o posteriores, de Miró a Dubuffet o a Tápies, son pasmosas. Brassai, que era por lo que parece un fetichista de sus propias acotaciones, y que "reinterpretó sus propias fotografias en numerosas versiones posteriores", nos cuenta cómo anotaba la dirección de estas incisiones en los muros, para ver cómo el paso del tiempo operaba en ellos y los "redibujaba". Pero la obra de Brassai escapa a las clasificaciones. Es también, en sus visiones del París nocturno, el seguidor de lo fantástico-social propugnado por Mac Orian. No capta instantáneas: sus personajes se dejo ralias y posan, en unas visiones no tan duramente objetivas como las alemanas de la época, pero tampoco sentimentales ni irónicas. Creo ver la mirada de un etnólogo que a veces se inmiscuye discretamente en la escena, como sucede en el burdel de la Rue Quincampoix. De todos sus temas prostitutas, travestidos, policías, serenos, pilletes-, el de la cantante negra Giséle en la Boule blanche es magistral: toda la parte izquierda de la foto es movimiento; textura -del cuerpo y del vestido- en movimiento; toda la parte derecha, estática. Es también un ejemplo magnífico de un juego de luces y sombras, la otra gran característica de la fotografía de Brassai.

Y aún hemos de hablar de sus famosas fotografías del estudio de Picasso en la Rue des Grandes Augustins, en 1944, y de otras, mucho menos conocidas, de Miró en el Barrio Chino de Barcelona en 1955. Y de los desnudos que juegan a ser un paisaje, o la de la Tour St. Jacques parisiense, "bajo su pálido velo de andamios...".

"Tanto si les gusta como si no, los pintores de la vida moderna son los fotógrafos", dijo Brassai en 1949. Y no citaba a Niepce o a Talbot como antecesores, sino a Goya o a Rembrandt, "entusiastas de la vida cotidiana". Un inteligente comentario, que cualquier fotógrafo admitirá sin duda.

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