Como leche para chocolate

Aute es la leche y Silvio el chocolate (o viceversa). Los picatostes los puso el público, 18.000 almas dispuestas a mojar. El mano a mano entre los dos maestros fue una gran corrida. Ambos lucen estampa misántropa, hipocondriaca y neorrealista, pero aquello parecía la alegría de la huerta, aunque parezca mentira.Silvio Rodríguez es la metafísica de la liberación. Aute es un incitador de libertinajes. Ambos abominan del mundo y del demonio, pero no de la carne. Ambos tienen algún guiño secreto con las mujeres. Y como éstas son muy listas, se las saben todas. De hecho, corearon durante toda la velada.

Luis Eduardo gana con los años (y ya tiene medio siglo). Salió al escenario a cuerpo limpio, él sólo con la guitarra. Y antes de abrir la boca se percató de que aquella turbamulta le amaba. Se entregó, olvidando el pánico que le acompaña cada vez que se enfrenta con el público. Demostró una vez más que De alguna manera es una pequeña obra maestra del estoicismo y la melancolía. Rindió guiños y homenaje a Dylan, Brel, Gainsbourg, Jagger, Lou Reed, Epicuro, la ternura y las declaraciones en francés. Encandiló a las masas.

Si Aute es un punto (filipino) Silvio Rodríguez es un punto suspensivo que consiguió poner en muchos momentos los puntos sobre las ies. Al igual que Aute, hizo un recorrido por su repertorio de todas las épocas. Estuvo algo inseguro (o perplejo). Cuando cantó ójala, el público le tenía que soplar la letra. Te doy una canción provocó delirios. Cantaron varios temas al alimón, alguno de ellos con la magnífica banda de Aute. Los bises podrían haber durado toda una vida.