Aquellos polvos y estos lodos
Para entender lo que está ocurriendo en Moscú es necesario retroceder al fracaso de las decisiones adoptadas por los políticos rusos entre finales de 1991 y principios de 1992. Unánimemente celebraron el fin de la Unión entre las repúblicas y se embarcaron en una especie de terapia de choque económica. Pero la armonía entre ellos sólo duró unos meses y pronto comenzó la discordia. La razón es simple: en lugar de mejorar la crisis se acentuó y la situación social empeoró. La Comunidad de Estados Independientes (CEI) no funcionó.Debería haber habido un consenso nacional para cambiar el rumbo del país. En cambio los diferentes grupos continuaron pugnando entre sí cada uno intentando tumbar al otro, sin darse cuenta de que al hacer esto estaban poniendo a todo el país de rodillas. Desde marzo he declarado repetidamente que ninguna intriga o estratagema puede resolver esta crisis sino la convocatoria de elecciones parlamentarias y legislativas.
No hay otra salida democrática, una vez que ambos poderes, legislativo y ejecutivo, se han mostrado incapaces de alcanzar acuerdos para las necesarias reformas en interés del pueblo.
Pero es bastante evidente que cualquier decisión en lo que respecta a las elecciones, Y las elecciones mismas, debe tener lugar en un clima de absoluta legalidad. Dije en el pasado y repito hoy, que si el presidente Yeltsin hubiera hecho una propuesta similar, habría tenido mi apoyo. En ese caso Borís Yeltsin habría demostrado que Ponía los intereses del país por encima de los suyos, y habría ganado un lugar en la historia de Rusia. Estoy seguro de que incluso el Congreso habría sido incapaz de decir que no. Desgraciadamente tengo que reconocer que las decisiones del presidente y todos los últimos pasos adoptados por ambos bandos son completamente inconstitucionales. Y el resultado ha sido que se han agravado los conflictos entre ambos poderes. Así se arriesgan a dividir a la sociedad, algo que sería inadmisible. Sé que muchas personas en Occidente apoyan a Yeltsin, pero me pregunto: ¿es ésta la democracia que queremos?
El pueblo ruso no quiere conflictos, quiere una solución pacífica, a favor de las reformas democráticas. Las Fuerzas Armadas piensan de igual modo. Por lo tanto, existen las condiciones apropiadas para la vuelta al camino correcto. La responsabilidad nos obliga a valemos de estas condiciones. Quien entienda esto y se mueva en esta dirección tendrá el apoyo del pueblo ruso.
La Stampa 1993
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