Calma chicha en Moscú
Los rusos, indiferentes ante la revuelta en las altas esferas del poder
Calma chicha. Ni despliegue policial ni soldados en las calles de Moscú. La gente, como en cualquier día laboral, pulula por el centro y llena las tiendas de comestibles y los grandes almacenes. En el atardecer, corre a las bocas de metro para llegar a casa y ver si María hará las paces con Víctor en el capítulo de turno de la telenovela mexicana Simplemente María.
La indiferencia de la población por lo que ocurre en las altas esferas del poder es prácticamente total. Sólo unas dos mil personas se congregaron en la capital, junto a la Casa Blanca (la sede del Parlamento), para dar su apoyo a los diputados. Ondeando banderas rojas y del Frente de Salvación, los nacional-comunistas hacían guardia en la plaza de la Rusia Libre.
En su mayoría personas de edad, parecían atemorizadas de que se pudiera repetir lo ocurrido el Primero de Mayo, cuando los manifestantes mantuvieron sangrientos enfrentamientos con la policía.
"Nuestra única esperanza es el general Achálov. Él debe tener influencia en el Ejército", dijo Víktor Anpílov, líder de los comunistas ortodoxos. Su rostro abatido reflejaba que esas esperanzas eran débiles. Anpílov tampoco confía en la posibilidad de una huelga general. "¡Tú sabes que aquí los sindicatos son apolíticos!", exclamó en español este dirigente comunista que fue corresponsal en Nicaragua y comentarista de Radio Moscú.La falta de perspectivas inmediatas de la oposición fue confirmada por el líder sindicalista opositor Borís Kagarlitski, quien, al igual que Anpílov, es concejal del Ayuntamiento de Moscú. Kagarlitski descartó también que se pudiera llamar a una huelga política en septiembre, aunque dijo que quizá fuese posible en octubre. A largo plazo, Kagarlitski es más optimista. "Un golpe de Estado puede estabilizar el régimen sólo por unos meses, quizá hasta febrero", afirma, "pero después, la situación económica catastrófica terminará, de todas maneras, con el actual Gobierno".La extrema tranquilidad que reina en el país fue destacada por el mismo presidente, Borís Yeltsin, quien ayer detuvo su automóvil en la céntrica plaza de Pushkin y conversó con los transeúntes.
"Controlo totalmente la situación", dijo Yeltsin al grupo
de moscovitas que le rodeó. El líder ruso, que se mostró muy seguro de sí mismo, se bajó de su coche en plena calle Tverskaya (ex Gorki) cuando regresaba de una reunión con los dirigentes de los ministerios de Defensa, Interior y Seguridad, a las tres de la tarde.
Yeltsin indudablemente tomó en consideración la, experiencia de la intentona golpista de agosto de 1991 y no repitió el error de sacar las tropas y los tanques a la calle. Hoy, los duros y extremistas de la oposición no tienen contra quién azuzar a sus partidarios.
Las autoridades tampoco repitieron el error de cambiar los programas televisivos y poner en su lugar música clásica. En la televisión rusa no se ha modificado prácticamente nada, salvo que se ha privado a los diputados del prograrna diario Hora Parlamentaria que tenían. Las películas y culebrones siguen dominando la televisión. Los noticieros han informado de las acciones de los enemigos de Yeltsin, concretamente de las decisiones del Parlamento, del Tribunal Constitucional y del vicepresidente, Alexandr Rutskói.Los jóvenes son los que mejor han reaccionado a las arriesgada! medidas de Yeltsin. "¿Guerra civil? Vamos, seamos realistas, si aquí a nadie le interesa la política. Yeltsin no tiene nada que perder", afirmó Vladímir, un ingeniero de 25 años. Los numerosos quioscos surgidos en Moscú como setas tras la lluvia, permanecían abiertos y sus dueños no mostraban gran preocupación por lo que ocurría en el Kremlin y el Parlamento. "Estamos vendiendo como en un día normal. La pelea de los políticos no ha influido en nuestras ganancias, ni creo que lo hará", comentaba Ludmila, que tiene un quiosco de venta de perfumes y relojes."Yeltsin tiene todas las de ganar. No hay nadie que pueda imponer otro modelo, y a la mayoría de nosotros esto nos tiene sin cuidado", declaraba Guennadi, un ex científico que en esta dificil época se ha convertido en taxista para poder sobrevivir.
El ministro español de Asuntos Exteriores, Javier Solana, reiteró ayer en cinco ocasiones el apoyo de su Gobierno al presidente ruso Borís Yeltsin, se mostró confiado en su capacidad de controlar la situación y acusó al Parlamento ruso de bloquear las reformas necesarias.La contundencia de ayer en e respaldo a Yeltsin contrasta con la cautela manifestada el martes por el jefe de la diplomacia española, puesta de manifiesto cuando habló en los pasillos del Senado ante la prensa a las ocho de la tarde, dos horas despues de que el jefe de Estado ruso anunciar la disolución del Parlamento. Solana expresó entonces el deseo de que las decisiones tomadas en Moscú "vayan encaminadas hacia la culminación del proceso de reformas desde el punto de vista político y económico". No mencionó a Yeltsin ni al Parlamento.
"España apoya el proceso de reformas que encarna Yeltsin y que han estado bloqueadas por la oposición en el Parlamento", declaró ayer el ministro antes de entrar en el Congreso. Solana enfatizó que el presidente ruso cuenta con el respaldo de la sociedad y del Ejército e hizo votos porque las elecciones convoca das para diciembre sean "libres y democráticas".Solana explicó su prudencia de la víspera: "No, habíamos visto con calma la televisión". "Dije entonces que esperaríamos a tener una información más precisa". "Le ruego que miren las horas", concluyó dirigiéndose a la prensa y dando a entender que su intervención no pudo ser más explícita porque se produjo casi en caliente.
En la tarde del martes, algunas capitales y en particular Washington, París y Londres, ya habían reaccionado manifestando inmediatamente su apoyo a Yeltsin. Cuando, en agosto de 1991, se produjo el golpe contra el presidente soviético Mijaíl Gorbachov, España fue, junto con el Reino Unido, el primer país en hacer pública su condena en términos mucho más rotundos que la mayoría de sus socios comunitarios. Gorbachov se lo agradeció al presidente del Gobierno, Felipe González, primero por teléfono y, dos meses después, en Madrid.Apoyo del Partido Popular
El portavoz del Partido Popular, Javier Rupérez, reconoció, por su parte, que Yeltsin se había "extralimitado en sus competencias" al disolver el Parlamento, pero estimó que tenía circunstancias atenuantes por ser el único que "está en condiciones de sacar adelante las reformas vitales para la estabilidad en la zona".Sólo el coordinador de Izquierda Unida, Julio Anguita, disintió con el Ejecutivo. Comparó a Yeltsin con el golpista español Antonio Tejero y expresó su "rechazo, estupor e incredulidad ante lo que están haciendo los Gobiernos europeos y, en concreto, el español, que están alentando a un golpista". "Los Gobiernos están sembrando la semilla de la antidemocracia", concluyó.
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