La crisis pesa más que las historias del pasado
En la sede de la Alianza de la Izquierda Democrática, agrupación en la que predomina la Socialdemocracia de la República Polaca, heredera del partido comunista, en la varsoviana calle de Rozbrat, reina la tranquilidad propia de quien está seguro de su triunfo. Jozef Oleksy, el número dos del partido y eventual candidato para el cargo de primer ministro, de 47 años, confiesa sinceramente, sin embargo, que el momento de tomar el poder no ha llegado todavía. En vísperas de las elecciones, en una conversación con EL PAÍS, Oleksy se muestra convencido de que la mejor solución para Polonia seria un Gobierno de centro-izquierda.El papel de la agrupación centrista y eje de la coalición, podría desempeñarlo la Unión Democrática, de Tadeusz Mazowiecki. La coalición la podrían completar los nuevos socialistas de la Unión del Trabajo y los agrarios del Partido Campesino Polaco. "Si existe la voluntad del, compromiso y se forma una fuerte coalición, el papel del presidente Lech Walesa quedará reducido", afirma Oleksy, quien se declara contrario al sistema presidencialista que "desea instaurar el actual jefe del Estado".
Pero la jornada electoral puede traer muchas sorpresas. Una de ellas sería la victoria arrolladora de la Alianza de la Izquierda Democrática. "Quiera Dios que esto no suceda", suspira Oleksy, reconociendo que para gran parte de la sociedad sería un choque tremendo.
Según Oleksy, los buenos resultados en las encuestas de los antiguos comunistas se deben, sobre todo, a la fidelidad de su electorado tradicional. "Contamos con un millón y medio de votantes que nos apoyaron en los momentos más difíciles".
Nostálgicos y decepcionados
A este grupo de nostálgicos se suman, en opinión de Oleksy, las personas disgustadas con las luchas entre los partidos procedentes de la antigua oposición, "con guerras en las direcciones, escenas bochornosas, con los políticos escupiéndose unos a otros. Nosotros no participamos en estos escándalos". Por otro lado, reconoce, "el pasado se difumina". "Hoy día son mucho más importantes los problemas cotidianos que las cuentas del pasado", dice. "La gente ya no se preocupa porque tengamos las raíces en el POUP [el antiguo partido comunista polaco]".
Para Oleksy, las nuevas élites del poder actuaron como "unos aficionados" y demostraron una enorme "arrogancia" frente a la sociedad. Su propaganda la ve trufada de "unos lemas pomposos". La reforma económica, en su primera fase, pecó de 1a ingenuidad de que cada uno podría llegar a ser capitalista". Además, en su opinión no hubo justicia en la distribución de los cargos asignados para la reforma económica. "Se ha hecho todo lo posible para que la gente dé la espalda a las reformas, necesarias e indispensables", concluye sin aparentar ironía.
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