No ha lugar
EL GOBIERNO se ha negado a indultar al ex teniente coronel golpista Antonio Tejero, y lo ha hecho con argumentos convincentes y rigurosos, que salen al paso de los verdaderamente peregrinos aducidos por la Sala de lo Militar del Tribunal Supremo para pronunciarse a su favor (cinco magistrados frente a tres que se opusieron). El principal de ellos es, además, elemental e irreprochable: la ausencia de voluntad explícita de acatamiento del orden constitucional de quien pretendió ser uno de los salvapatrias más entusiastas en acabar con él. El indulto es una manifestación del derecho de gracia, no una arbitrariedad, y no otra cosa hubiera sido concedérselo a este golpista reincidente que en los 12 años transcurridos desde aquel aciago 23 de febrero de 1981 -poco antes había protagonizado la burda Operación Galaxia- no ha dado la más mínima muestra de arrepentimiento por el riesgo en que colocó a la sociedad española con su aventurera y criminal actuación.La naturaleza política del delito de rebelión militar -el crimen más grave que puede cometer un profesional de la milicia- hace ineludible, en el supuesto de concesión del indulto a quien ha sido declarado reo de dicho delito, un compromiso inequívoco con el sistema democrático, que excluye el recurso a las armas para alterar la voluntad popular expresada en las urnas. Sólo esa garantía hubiera representado la mínima satisfacción exigible para la sociedad española y justificado su generosidad. Tejero persiste en no dar esta elemental satisfacción a la sociedad española. Está en su derecho. Pero, a falta de esta contrapartida, también lo está la sociedad española en aplicar estrictamente la ley sin especiales gestos de gracia. Justamente eso es lo que se ha hecho al negar el indulto y aplicar al mismo tiempo el tercer grado en su régimen penitenciario.
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