Chamaco corta la temporada
La reaparición de Chamaco tras su reciente percance de Colmenar Viejo, fue feliz a efectos estadísticos por la oreja que obtuvo, pero añadió pésimas consecuencias para su temporada, que anunció que cortaba definitivamente porque se le abrió la herida. El onubense ni siquiera pudo dar la vuelta con el trofeo, que logró por su entrega, cuando el ventarrón gélido procedente de la serranía de Alcaraz soplaba fortísimo. La faena en sí, que inició y acabó de hinojos fue de bisutería artística y, a falta de esencias, Chamaco le echó pelendengues a una lidia mitad de quietud jesulinística, mitad de detalles cordobesísticos.El otro momento en que la tarde se calentó llegó con el último toro, que debía haber correspondido a Chamaco; un castaño encastado pero con cierta aspereza que Dámaso González supo limar aplicando su clásica lidia: distancia dejándose ver, cite al pitón contrario, la muleta plana y por delante, el temple en la muñeca dormida, y la ligazón para engarzar el siguiente pase.
Torero / González, Niño de la Capea, Chamaco
Toros de El Torero, tres primeros terciados, resto con trapío; nobles y manejables, excepto 4º, manso.Dámaso González: media desprendida atravesada, dos pinchazos, media y cuatro descabellos (silencio); estocada desprendida (ovación con algunos pitos); estocada tendida delantera (oreja). Niño de la Capea: estocada atravesada a paso de banderillas (silencio); estocada perpendicular contraria y descabello (vuelta). Chamaco: estocada caída (oreja que pasea la cuadrilla); pasó a la enfermería, al resentirse de una comada anterior. Plaza de Albacete, 13 de septiembre. Sexta de feria. Tres cuartos de entrada.
Esta verdad iba camino de otra explosión damasística cuando el burel colgó su enclenque cuerpecillo de los pitones, afortunadamente sin consecuencias. Después, ya no fue lo mismo, pues el bicho se recreció buscando a este pequeño gran torero, quien optó por despenarlo.
El bicorne le había gustado tanto a Dámaso que hasta el albacetense fue capaz de torearlo variado con el percal. Ya lo hizo con el primero, que se rompió un pitón contra las tablas. impidiendo otra cosa que no fuera un anodino toreo de salón. Dámaso navegó entre las procelosas aguas del calamocheo del buey que salió en cuarto lugar.
A Niño de la Capea debieron impresionarle las dos veletas afiladas del escurrido segundo, y le aplicó un toreo bailongo y descompuesto. Al quinto lo veroniqueó con ajuste y cierta donosura para sacarle algunos limpios muletazos sueltos, en mezcolanza con varios enganchones.
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