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SOS, papel y lápiz

Cuba intenta salvar la educación como símbolo de la revolución

La educación ha sido durante tres décadas uno de los principales y más famosos "logros" de la revolución cubana. Tanto los defensores como los detractores del régimen de Fidel Castro tuvieron que reconocer a la revolución el mérito de haber creado un gigantesco sistema que permitió estudiar gratuitamente a millones de cubanos. Sin embargo, esta conquista social, que, junto a la salud, sigue simbolizando y dando cierto sentido al régimen, se ha visto amenazada por el derrumbe del campo socialista.

Sin apenas libretas, recuperando libros viejos y fabricando tizas caseras con yeso o caolina, el miércoles pasado comenzó en la isla el nuevo ano escolar en los 13.000 colegios y 50 centros de enseñanza superior que posee el país. La matrícula es de 2.400.000 estudiantes, cerca del 25% de la población, y el número de maestros 260.000, uno por cada 40 habitantes.

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Pese a la grave crisis económica, las autoridades no han querido cerrar ninguna escuela y para mantener funcionando todo este sistema dedicarán este año a la educación 1.700 millones de pesos, el 20% del presupuesto nacional, cifra similar a la de años anteriores.

La educación es una de las "conquistas del socialismo" que Fidel Castro ha llamado a salvar. Pero, pese a la voluntad del Gobierno, mantener el nivel y la calidad del sistema educativo en medio de la crítica situación del país es un verdadero reto. Según el ministro de Educación Superior, Fernando Vecino Alegret, los apagones han afectado en más de un 40% el proceso docente educativo, y hoy su ministerio dispone de un 70% menos de combustible que hace dos o tres años.

Horarios de apagón

El Ministerio de Educación Superior (MES) atiende las tres universidades que existen en el país y todos los centros de Enseñanza Superior, como los institutos de Ingeniería y los institutos agropecuarios. Más de 500.000 cubanos, el 5% de la población, se han graduado en sus aulas y en estos momentos estudian en ellas 200.000 personas. Los más perjudicados por la crisis son los que cursan carreras de técnicas y de Ciencias Naturales."Nos faltan reactivos para los laboratorios, tubos de ensayo y todo ese tipo de cosas", explica Armando Pérez, rector de la Universidad de La Habana. Y eso sin contar con los problemas de agua, luz y gas. "Para dar las clases prácticas hay que acomodarse al horario de apagón y programarlas en los horarios en que hay electricidad". Sin embargo, afirma Pérez, como también escasea el gas y el agua, ambos imprescindibles, acoplar las tres cosas a la vez se hace muy difícil.

En la Universidad de La Habana, donde se imparten 25 carreras universitarias, se ha logrado garantizar las libretas y los lápices que entregar a sus 9.000 estudiantes, pero sólo para el primer semestre. Los libros escasean, y por ello no se venden a los estudiantes, sino que se prestan mientras dura el curso y luego hay que devolverlos. Esta era una práctica habitual en Cuba, pero antes había papel para imprimir nuevos libros a medida que los más viejos se iban desgastando. Ahora no puede ser, y por ello un 9% de la matrícula de la Universidad este año deberá compartir libro con algún compañero.

"Sí, el problema más grave es el papel", enfatiza Armando Pérez. El rector aclara que ahora mismo se está pidiendo a los organismos centrales del Estado que donen sus viejos formularios y las "planillas burocráticas" para utilizarlos en los exámenes escribiendo por detrás. Según Vecino Alegret, el titular del MES, la Educación Superior necesita comprar este año 200.000 dólares en papel para funcionar mínimamente.

Vecino Alegret admite que esta es la tónica general, pero dice que la voluntad de no cerrar ni una sola aula es mayor que cualquier contingencia. Ya en algunos comedores universitarios se cocina con leña cuando no hay combustible, y al final se "resuelve". De la misma forma, los estudiantes de institutos tecnológicos en el campo cultivan sus propias hortalizas, y también producen leche. La cuestión es subsistir.

Así, en la Universidad de La Habana ya se han elaborado planes de qué hacer si la situación empeora. Ya aquí cuando se va la luz se dan las clases en los patios más iluminados y carreras como Sociología e Historia sólo dan tres días de clase a la semana. "Si se llegase a extremos límites, todavía podríamos desplazar los profesores a las becas de estudiantes o hacer cursos por encuentros cada 15 días", opina Armando Pérez.

El ministro Alegret dice tajante: "Haremos cualquier cosa menos cerrar una Universidad o quitarle a los jóvenes el derecho a estudiar". La frase no es excesiva. Lo que está en juego es el prestigio y la viabilidad misma de la revolución.

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