Motín contra Curro Romero
Curro Romero se erigió en protagonista negativo de la Feria del Motín, a cuyo nombre hizo honor, pues emulando a Godoy, montó un mitin y el pueblo soberano se le amotinó. Los epítetos le llovían con inquina desde los graderíos. Semejante plaga de insultos no sería muy distinta a la que en 1808 llevó a la cárcel a aquel valido de Carlos IV, un lugar con el que amenazaban ayer a Curro muchos de los que presenciaron su bochornoso mitin, toda una provocación.El de Camas, muy experimentado en estos líos, cerró con un feo gesto su negra tarde: se apresuró a escaquearse mientras Antonio Domecq recibía la oreja del último toro. Así logró que la lluvia de almohadillas amainara con respecto a la que se temía de haber salido al final.
Rojas / Romero, Palomo; L
Domecq, A. DomecqTres toros de Gabriel Rojas (2º devuelto por cojo; se corrió turno), desiguales de presencia y juego. 4º, sobrero de Palomo Linares, con gran trapío, manso. Curro Romero: media pescuecera y descabello (bronca); media atravesada baja (bronca). Palomo Linares: media atravesada tendida trasera (oreja); estocada desprendida (dos orejas); salió a hombros. Dos toros afeitados para rejoneo, lo de Torrestrella, 6º de Guadalest, bravos. Luis Domecq: rejonazo bajo trasero (oreja). Antonio Domecq: rejonazo perpendicular desprendido (oreja). Plaza de Aranjuez, 5 de septiembre. Corrida goyesca de la Feria del Motín. Tres cuartos de entrada.
¿Qué hizo el faraón para merecer ésto? Nada. Y cuando en un festejo taurino no se hace nada llega el mitin y el motín. Su proceder tendría relativa explicación con el serísimo galafate que le correspondió como sobrero, por cierto de Palomo Linares, su teórico rival en este mano a mano. El bicho puso el mundo al revés con su mansedumbre a tope cuando coceó a los jumentos de picar desde donde los montados le dieron leña también a tope. Curro, que en el primer tercio guardó una distancia diametral con el toro, sólo se acercó a éste, es un decir, para acuchillarlo después. Su primero, chico y manejable, tampoco fue de su agrado y aunque lo intentó vagamente con capotillo y muletilla, pronto desistió. Quizás lo peor que escuchó fue "¡Aprende de Palomo!". Ni uno podía llegar a menos ni el otro a más.
¿Y qué hizo Palomo para tan grandioso éxito? ¿Torear como los ángeles quizás? ¿Ganarse al pueblo amotinado entronizando a Fernando VII quizás? ¡Quiá! Valentón, se limitó a aprovechar el ambiente para con enrabietada entrega aplicar su lidia. Y la aplicó: con su capotón y su muletón largó telonazos intentando imitar el toreo, siempre sin cruzarse y metiendo pico; tanto al moribundo tercero como al manejable quinto, ambos terciaditos. Con este último su afán currante, que no currista, se acercó algo más a la ortodoxia. Los Domecq también estuvieron desiguales. Luis, acelerado y mal clavando. Antonio, torerísimo, con dominio de terrenos, y dejando los hierros arriba.