Perder los papeles
Me temo que Joaquín Grilo se equivoca. El joven bailaor jerezano, que es -¿o debería decir "era"- un gran bailaor flamenco, está perdiendo los papeles. Porque una cosa es llevar la imaginación al baile, querer introducir en él una legítima renovación, que incluso puede estar haciendo falta, y otra muy distinta romper con casi todo y hacer algo que no sabemos muy bien como denominar.Desde luego, Joaquín Grilo no baile flamenco. Pareciera como si lo que pretendiera fuese epatar al personal, dar la vuelta al baile y hacerlo complicado, enrevesado, imprevisible, el más difícil todavía.
Pero para eso se va uno al circo, y hasta se sube a la cuerda floja si quiere. El baile flamenco no es eso, no es eso; bien al contrario, es algo armónico y coherente, que debe ajustarse a una estética y sobre todo a una ética, lo demás será siempre estéril; es equivocarse y equivocar a los demás, es un desafuero contra el arte flamenco. Que Grilo perpetró impunemente, incluso con el aplauso de buena parte de la concurrencia y pese a tener detrás un excelente grupo de profesionales, en el que destacó el gran cante de Fajardo y La Chonchi.
X Noche Flamenca de Alcorcón
Cante: Duquende, Vicente Soto, José Mercé, Lebrijano. Toque: Juan Carmona, Moraíto Chico, Paco Cepero. Baile: Joaquín Grilo. Alcorcón, Polideportivo Municipal, 3 de septiembre.
Había expectación por oír a Lebrijano, que está volviendo a los festivales. Juan Peña no defraudó, pero tampoco convenció por completo. Sigue siendo el maestro que fue, indudablemente, y tuvo un comienzo por soleares que nos hizo abrigar esperanzas de volver a oír su cante memorable, pero a medida que avanzaba el recital -que adornó con un aparato gestual aparentemente muy estudiado- nos pareció percibir en él una preocupante tendencia al amaneramiento.
El fuego del cante
En cualquier caso el fuego abrasador del cante sólo estuvo en una voz: la del cantaor José Mercé. Suya fue la emoción, el vuelco hacia los hondones, el concurso de ángeles y duendes estremecidos; de José Mercé fue el cante irrepetible y maravilloso, lo que hace de este arte algo realmente prodigioso.Duquende y Vicente Soto, por su parte, aun haciendo un cante formalmente correcto, se extendieron demasiado en algunos palos y pecaron de cierta monotonía.
Y los guitarristas cumplieron espléndidamente.
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