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El Papa pide en Lituania que los ex comunistas 'expíen' sus culpas

Los responsables de los regímenes comunistas caídos en el Este de Europa, "los vencidos", según dijo ayer el Papa, deben tener en cuenta que "no basta adecuarse a las situaciones sociales cambiantes", sino que "se requiere, más bien, la conversión sincera y la expiación, si es necesaria".

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Tal advertencia, seguida de "una exhortación a los vencedores al perdón, a fin de que se afirme la paz auténtica", fue pronunciada ayer por Juan Pablo II durante el encuentro que mantuvo con el clero local, tras pisar por primera vez territorio de la antigua Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) en Vilna.Un ex comunista, el presidente de la república, Algirdas Brazauskas, el hombre que, en el último momento, proclamó la independencia del Partido Comunista lituano frente a la Unión Soviética, fue precisamente el encargado de recibir al Pontífice en el aeropuerto y de agasajarle como "una personalidad excepcional de nuestro planeta, un huésped muy querido y esperado tanto por el Estado como por la Iglesia lituana".

Brazauskas recordó positivamente que el Vaticano nunca reconoció la anexión de Lituania por la Unión Soviética en los años 40, pero evitó mencionar cómo el establecimiento de relaciones entre la Santa Sede y Lituania se produjo, en 1921, inmediatamente después de un golpe de estado de la derecha entonces mayoritariamente democristiana instalada en Vilna. El presidente expresó también su esperanza en que "el espíritu cristiano ayude a resolver las complejas dificultades de este periodo de transición".

En su discurso al clero, Juan Pablo II no ocultaría que la situación actual del catolicismo lituano está lejos de responder a las expectativas que se pudieran derivar de una amplia confesionalidad -muy ligada a la identidad nacionalista-, y del papel reconocido que tuvo el Vaticano en el derrumbe de los regímenes del Este.

Sólo bajo la perspectiva de ese balance poco optimista puede entenderse que, tras ser recibido masivamente en las calles de la capital lituana por una población que, en más de su 73%, se declara católica, el Papa dijera a los sacerdotes y religiosos reunidos en la catedral de la capital lituana: "Debéis enfrentaros a la incomprensión de cuantos, condicionados por una educación atea, quizás hayan perdido, al menos momentáneamente, la sensibilidad religiosa. Tenéis que hacer cuentas con la indiferencia, la incomprensión, las tendencias secularizantes, el aislamiento psicológico en una sociedad sometida a profundas transformaciones. En especial, deberéis mediros con el preocupante fenómeno de las sectas".

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Desde puntos distintos, Wojtyla, el papa polaco, y Brazauskas, el ex comunista lituano, trataron así de confluir en el enfoque de los diversos y graves problemas aparecidos tras el celebrado hundimiento comunista, como si quisieran resucitar los tiempos en que una estrecha colaboración produjo algunos de los mejores momentos históricos para los pueblos de Lituania y Polonia.

Pero probablemente no pudieron olvidar que a aquel lejano periodo han seguido años más recientes de fricciones y desconfianzas, ni que la palabra "polaco" es hoy en Lituania casi sinónimo de una delincuencia muy en alza.

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