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Woody Allen, el mito arrugado

El realizador norteamericano se enfrenta al fracaso de su última película

Diminuto, delgadísimo, envuelto en un traje arrasado por las arrugas, Woody Allen recorre Europa para promocionar su última película, pero no consigue levantar cabeza. Manhattan murder mystery no ha sido bien recibida por la crítica; Maridos y mujeres supuso unas pérdidas de 1.420 millones de pesetas, y Columbia Tristar ha rescindido su contrato. Con 57 años, Woody Allen atraviesa la mayor crisis profesional y personal de su biografía.

Los encargados de prensa de Columbia lo han dejado muy claro: durante la gira de promoción de Manhattan murder mystery, una divertida comedia sobre un crimen, cualquier pregunta relacionada con la vida personal de Woody Allen está rotundamente prohibida. No se tolerará ni una sola alusión a Soon-Yi, la joven oriental por la que se desencadenó el escándalo. Ni, por supuesto, a Mia Farrow, su compañera durante 12 años y 13 películas, que ha conseguido la custodia de los tres hijos en común de ambos y rehace su vida en Irlanda mientras acumula peticiones para protagonizar películas y ha adoptado a dos nuevos vástagos: Isaías, un afroamericano de 6 meses que nació con dependencia a la cocaína, y Tam, una vietnamita ciega de 10 años.Tampoco se permitirá ninguna mención al reguero de traiciones en el que se ha convertido su relación, un venenoso rosario de maldades que incluye conversaciones grabadas, acusaciones de abuso sexual a menores e incluso la increíble imagen de Woody Allen sometiéndose voluntariamente al detector de mentiras.

Allen quiere convertir su intimidad en un coto cerrado. En su pasada visita a Dublín para visitar a Satchel, el hijo biológico tenido con Mia Farrow, se desmoronó ante los periodistas locales y confesó su nostalgia, sus Í tristezas. Pero hoy se ha llamado a sí mismo al orden. Manhattan murder mystery necesita un buen empujón ante la prensa y el público, así que durante su estancia en Londres Allen se sienta por las mañanas en un lujosísimo hotel e intenta mantener a raya a los indiscretos.

Perro guardián

Ha pedido ayuda: una mujer joven, delgada, que no se identica, ejerce de perro guardián y pone orden ante cualquier pregunta que ella juzgue en el momento como demasiado comprometida. Allen la deja hacer, calmado, mientras mordisquea cuidadosamente un sandwich de pavo.Allen asiste a su propia entrevista como espectador, y sólo se entusiasma al hablar de su filme y de su reencuentro profesional con Diane Keaton, "una amiga de toda la vida". Cuando la tortura termine, se irá de paseo con Soon-Yi por las calles de Londres, como al parecer ha hecho todas las tardes durante su estancia en esta ciudad. "Siempre quise hacer Manhattan murder mystery, porque es la película que me gustaría ver cuando voy al cine", afirma el actor y realizador, asido a su sandwich como a una tabla de salvación.

"Pero me parecía una pérdida de tiempo malgastar un año de mi vida en un guión tan intrascendente como éste, que no habla de filosofia, ni de psicoanálisis ni de cosas serias. Sin embargo, quería divertirme, pasar un buen rato rodando. Durante el rodaje estaba deprimido, desde luego, pero no dejé que me afectara", declara, quitándole importancia a la interminable sucesión de declaraciones y acusaciones públicas que se hicieran tanto él como su ex compañera Mía Farrow durante el juicio por la custodia de los niños.

"No era tan terrible", dice. "Cualquiera que leyera los periódicos entonces pensaría que la batalla legal nos ocupaba las 24 horas del día, pero no era cierto. Sólo ocupaba un rato, el que dedicas a contestar la llamada de tu abogado, a tomar decisiones, o a reunirte con tu equipo jurídico. Nada más". Y nada más le da tiempo a decir antes de que la joven perro guardián intervenga abruptamente para reconducir la conversación y sacarle del terreno pantanoso.

Manhattan murder mystery es, de momento, la última película de Woody Allen, pero también la última que éste rodará con la productora Columbia Tri-Star, quien ha rescindido su contrato. "Mi hermana y mi mejor amigo han creado una pequeña productora y me pidieron que trabajara con ellos", asegura Allen.

"Me quedaba una película, por contrato, con Columbia, les pedí que me liberaran de ese compromiso y, muy amablemente, accedieron. ¿Con quién voy a estar mejor que con mi hermana y mi mejor amigo?", dice Allen tratando de convencerse a sí mismo.

Allen no quiere plantearse que Columbia quisiera librarse de él -"¿Por qué iban a querer perderme de vista?"-, ni que se haya convertido, de momento, en un foco de conflicto susceptible de ser castigado por el público. Los periódicos afirman que, a los ojos de los norteamericanos, el prestigioso realizador ha pasado de ser un simpático antihéroe a un pervertido, pero él se niega a tenerlo en cuenta.

Fracasos

"Nunca he sido muy popular en mi país", afirma. "Mis películas siempre han tenido más éxito en Europa que en Estados Unidos. Maridos y mujeres no ha sido mi primer fracaso comercial: también perdieron dinero Broadway Danny Rose, September, Another woman, Radio Days, Zelig... Y Annie Hall, que obtuvo cuatro oscars y fue mi mayor éxito, es la "mejor película" que menos dinero ha ganado en taquilla de toda la historia del cine. Siempre me ha ido bien con los críticos y con la industria, pero nunca he conectado del todo con el público norteamericano", sentencia.Para él, todo sigue igual, nada ha cambiado. Tras la aventura cómica de Manhattan murder mystery, Allen está decidido a volver a su cine de siempre, a recordar minuciosamente sus obsesiones sobre la religión, el sexo y el psicoanálisis, y a repasar de nuevo su miedo a la enfermedad y a la muerte.

Dice no haber cambiado los hábitos de su vida solitaria. Los mismos que respetó cuando se le concedió el oscar en 1978 y prefirió cumplir su compromiso de esa noche en su club habitual tocando el clarinete, dejando de asistir a la lujosa ceremonia de consagración de su trabajo que se celebró en Hollywood. "La imagen que los demás tengan de mí nunca me ha interesado. Ni antes, ni durante ni después de esto. No me importa lo que piensen de mí. Yo sólo pienso en mi trabajo y en llevar una vida normal. Vivo en Nueva York, me levanto por las mañanas, toco el clarinete, preparo nuevos guiones... Es lo que siempre he hecho y es lo que siempre haré. Dicen que quizá ahora el público quiera castigarme por todo este lío y no venir a ver mis películas... No lo creo pero, aunque así fuera, ¿qué más da?".

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