Una barrera humana bloquea por tercer día al convoy español en Mostar
Los musulmanes utilizan a los 'cascos azules' secuestrados para presionar en las negociaciones de Ginebra
ENVIADO ESPECIAL
Sólo tres ambulancias con cinco niños gravemente heridos y sus madres salieron ayer de Mostar Los habitantes de la capital de Herzegovina rompieron la barrera humana que mantiene secuestrado al convoy de ayuda humanitaria desde hace dos días, escoltado por cascos azules españoles, para dejar paso a las ambulancias, pero inmediatamente después volvieron a ocupar las calles.
En una ciudad donde no que da piedra sobre piedra, este bloqueo pretende impedir una ofensiva croata a gran escala en vísperas de la reanudación el lunes de la conferencia de paz de Ginebra, adonde los tres bandos beligerantes (musulmanes, serbios y croatas) deben llevar su respuesta al plan de paz que divide étnicamente el territorio bosnio en tres repúblicas.
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Sorpresa
Tercer día de bloqueo del convoy español en Mostar
Tras descargar más de 200 toneladas de alimentos y de medicinas en la madrugada del jueves, la caravana ya no pudo regresar a Medjugorje, cuartel general de la Agrupación Canarias en Bosnia. La furia de los musulmanes de Mostar, cuyo número no debe sobrepasar las 50.000 personas entre civiles y milicianos, ha llevado a actitudes de franca hostilidad hacia sus rehenes. El bloqueo de la caravana sorprendió a todo el mundo, ya que la entrada de este convoy tras dos meses de asedio consiguió romper el cerco de la zona musulmana de Mostar y presagiaba la llegada de nuevos envíos de ayuda."Es preferible morir de hambre que a consecuencia de los bombardeos", es la frase común de quienes ocupan las calles. Sucios, cansados y visiblemente famélicos, los manifestantes de Mostar, instigados por la Armija, que controla absolutamente la zona, exhiben pancartas en las que acusan a los líderes croatas de sus desgracias, al tiempo que piden al mundo una intervención militar. Mujeres y niños reclaman también la presencia permanente en Mostar de Unprofor y del batallón español, lo que les permitiría tener un escudo frente a las ofensivas croatas.
Los envíos de ayuda humanitaria desde el aire por parte de aviones de Estados Unidos no han sido localizados en ninguna parte del término municipal y el efecto de esta operación no pasa de ser pura propaganda.
Gritos y abucheos terminaron ayer con los intentos de mediación de las autoridades civiles de Mostar, que llegaron a pactar la salida del convoy a cambio de la evacuación de cinco niños gravemente heridos hace una semana que permanecían en el pequeño hospital de la ciudad. Finalmente se permitió la salida de las cuatro ambulancias que trasladaron a Medjugorje a los niños, dos de ellos hermanos, y a sus madres. Los soldados españoles se encargaron posteriormente de trasladarlos en helicóptero a un hospital.
El convoy, por el contrario, continuó bloqueado. Los aplausos a la llegada de los 19 camiones con comida y medicamentos se tomaron, ya en la tarde del jueves, en una lucha desesperada por llamar la atención del mundo. Con los serbios en las colinas cercanas y los croatas al otro lado del río Neretva, la ciudad ha sido brutalmente castigada y masacrada por las distintas artillerías desde el otoño de 1992. En los bombardeos de ayer murieron otras tres personas y cinco resultaron heridas, entre ellas un bebé de ocho días.
Con un paisaje de más ruinas y más desolación que la propia Sarajevo, los 50.000 musulmanes de Mostar sobreviven escondidos en madrigueras llenas de escombros y de basura, a la espera del camión cisterna del agua, y mientras pasean como auténticos alucinados por el que fuera uno de los barrios orientales más preciosos de los Balcanes.
El laboriosísimo acuerdo para la entrada del convoy en el sector musulmán de Mostar se logró tras largas negociaciones, en las que jugó un papel decisivo el coronel Ángel Morales, jefe del batallón español.
La condición principal impuesta por croatas y musulmanes fue un intercambio de cadáveres, llevado a cabo en el aeropuerto de Mostar en la medianoche del miércoles al jueves. En una pista desierta, iluminada sólo por las lanzadoras de las balas de los milicianos y en plena línea del frente, el macabro espectáculo devolvió nueve cadáveres a los croatas y permitió recuperar 18 cuerpos a los musulmanes. Tras esta escena espectral e insólita, la caravana pudo entrar en el barrio musulmán en la madrugada del jueves.
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