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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Vive como quieras

La vida láctea

Dirección y guión: Juan Estelrich Jr. Fotografía: Gérard de Battista. Música: Mario de Benito. Producción: Eduardo Campoy para Cartel SA, Aries y Journal, España-Francia-Alemania, 1993. Intérpretes: Mickey Rooney, Marianne Ságebrech, Emina Suárez, Williani Hootkins, Juan Luis Buñuel. Estreno en Madrid: cines Vaguada y Multicines Ideal.

¿Cómo hubiera sido El cuarto mandamiento si Orson Welles, y no el montador Robert Wise, creador, hubiese terminado la película? ¿Y si Víctor Erice hubiese ultimado El sur tal como pretendía su guión original? ¿Y si Furia, el debú americano de Fritz Lang, incluyese el sueño expresionista que el director quiso, y que el entonces productor Joseph L. Mankiewicz cortó sin miramientos? Son estos enigmas que quedan en el aire, la confirmación de que, en todo caso, las relaciones creativas entre director y productor son siempre difíciles.El último episodio de esta lucha a veces cruenta está a nuestro alcance: La vida láctea fue presentada el pasado festival de Berlín, con acusaciones entre el director EsteIrich Jr. y el productor Eduardo Campoy. Según uno, el filme que vemos no tiene nada que ver con él, porque no pudo terminarlo. Según el otro, lo que está en la pantalla es en sustancia el guión: Estelrich, dice Campoy, se excedió en el rodaje.

Importa poco eso ahora, visto que La vida láctea ya no será como quiso su director, y sí como la ha dejado el productor. Y sin tomar explícitamente partido en la disputa, hay que convenir en que resulta dificil de concebir una película de, duración mayor, toda vez que lo que vemos ya aparece lastrado por reiteraciones de guión que no aportan gran cosa. Y en todo caso, si el filme se aguanta -que sí, se aguanta-, es porque tiene una idea de partida portentosa, magnífica: el hacer que un anciano multimillonario sienta, de pronto, el ansia irrefrenable de volver a la primera niñez, de tener una plácida, láctea niñera que no sólo le hará de madre, sino, sueño de sueños edípicos, también de amante. Y que cumpla, es claro, ese deseo.

Irónica metáfora

Al igual que su padre, que contó una operación similar de regresión en su único filme dirigido, El anacoreta, Estelrich Jr. se sirve de una anécdota de claro corte surreal para trazar una irónica metáfora sobre la humana felicidad con elementos tomados en préstamo de Buñuel -y no sólo porque el hijo de éste', Juan Luis, salga en la película como secundario-: una monja que anda por allí y que se toma vacaciones para irse a ligar a Florida; el inútil hijo del multimillonario, obligado a servir a los sirvientes de la casa para ganarse un sueldo; y, en fin, la propia peripecia del protagonista, convertido en niño de teta de la noche a la mañana. Es el de Estelrich un ejercicio convincente, que tiene tal vez más interés por las virtudes que apunta su puesta en escena -hay que recordar que se trata de una opera prima- que por lo que cuenta, excesivamente limitado a la anécdota de partida.

Pero la película será seguramente recordada en el futuro por ser igualmente una suerte de metáfora sobre la propia. trayectoria artística del diminuto Joe Yule Jr., más conocido por Mickey Rooney, el más famoso actor-niño de la historia del cine, este Barry Cortés Riley que, como el otro Cortés, le da limpiamente la vuelta a la Historia a partir de sí mismo. Porque Rooney, que debutó en el vaudeville con dos años y en el cine con seis, borda ahora, pasada la setentena, un magnífico papel de anciano / niño.

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