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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

ETA regresa a Barceloná

LA BANDA terrorista ETA ha vuelto a Barcelona con su habitual tarjeta de visita: el terror. Que los tres artefactos no hayan aumentado esta vez su triste nómina de asesinatos no rebaja la importancia del hecho, Algunos dirigentes de HB, preocupados por la reacción ciudadana al secuestro de Julio Iglesias Zamora, han defendido en el sanedrín de la coalición una operación etarra lo suficientemente llamativa para desviar la atención popular sobre esta ignominia carcelaria que padece el industrial vasco. Casualmente, lo primero que se les ha ocurrido a los etarras es colocar artefactos en restaurantes del recinto olímpico, una zona que, afortunadamente, no supieron alcanzar el año pasado por estas fechas, en pleno festejo deportivo: ETA ha entrado en la zona olímpica cuando ésta, pasado el acontecimiento, ya no tenía una protección excepcional y se había integrado en el tejido de la ciudad. El puerto olímpico es este verano el lugar más querido por los barceloneses: porque es nuevo y porque supone el rescate de un mar que casi habían olvidado que estaba ahí.En Cataluña, ETA ha dejado, como en tantos puntos de España, un trágico recuerdo (Hipercor, Vic). Ahora, en lugar de apilar cadáveres -cálculo técnico siempre difícil, por otra parte-, parece que ha optado por intentar impedir que los vecinos de Barcelona puedan disfrutar en paz de este verano y estrenar los acogedores espacios que ha dejado a la ciudad la celebración olímpica. Nadie en su sano juicio puede pensar que intentar atemorizar a la ciudadanía es un buen recurso para despertar adhesiones. A ETA sólo le queda el chantaje del terror y hace lo único que sabe hacer. Tiene la batalla política perdida y la reacción de los vecinos de San Sebastián contra los boicoteadores de la Salve es una prueba más, y reciente, de ello: ETA y sus escenógrafos ideológicos no sólo son minoría, sino que, cada vez más, tienen una merecida réplica popular. Una réplica que no por el hecho de estar desarmada tiene me nos fuerza.

El domingo, ETA hizo una siembra de bombas en Barcelona, una ciudad que jamás ha dado ningún tipo de bienvenida a este nacionalismo sanguinario. La locura etarra no conduce a ninguna parte y sólo jalona su agonía con un mayor desprecio ciudadano. Los atentados de Barcelona suponen un en la campaña veraniega de los criminales etarras porque la ubicación de los artefactos se ha demostrado más peligrosa. Cinco heridos, uno de ellos grave, no permiten que nadie pueda hablar de inocua pirotecnia. Cinco heridos que podrían haber sido cientos. Un desastre que es muy fácil de organizar. No es preciso ser un valeroso gudari para entrar en un lavabo y dejar el paquetito criminal. Eso lo puede hacer cualquier sinvergüenza asesino a quien le resulte indiferente salpicar de sangre una tranquila noche. No hace falta una infraestructura muy compleja para organizar el caos entre pacíficos ciudadanos. Eso lo han conseguido, pero nada más. Con todo, la insistencia en los argumentos es una tarea inútil, por que ETA ha demostrado que es incapaz de hacer un mínimo cálculo racional, al margen de la inmoralidad que supone su propia existencia y la criminalidad de sus actos. Sabedora de la respuesta que les espera a sus acciones en cualquier punto de España, ETA insiste. Lo de Barcelona es un episodio más de la supervivencia inútil de unos asesinos.

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