_
_
_
_
Los personajes de... JESÚS QUINTERO

Angie

-¿Qué piensas de ti?

-Que tengo muy mal genio, que soy muy fea, muy pecadora, porque en la Biblia estar con una mujer es pecado. Pero a mí no me gustan los hombres, qué le voy a hacer. Yo soy lesbiana de nacimiento, no de vicio.

Muchas veces me han preguntado por el personaje que más me ha impresionado de todos los que he entrevistado en mi vida. La respuesta no es fácil, son tantos... Uno de ellos podría ser esta mujer, según ella, fea, lesbiana de nacimiento y alcohólica, a la que conocí hace tiempo en el hospital Psiquiátrico de Miraflores, donde lleva internada alrededor de 15 años. Se llama Evangelina Cicilia Morales, aunque prefiere que la llamen Angie.

Angie, súbdita americana por azares de su azarosa y dura vida, nació en Tenerife hace 61 años. Su madre, prostituta de oficio, la abandonó cuando tenía apenas cinco meses.

Pablo Juliá

-Se quedó con tres hijas y un hijo, y abandonó a dos hermanas mías y a mí. A mí me partió la espalda y me metió en un cubo. Pasaron unos misioneros evangélicos, me oyeron llorar y me llevaron a una clínica y me criaron con biberón. Yo los quiero muchísimo.

-Tú también quisiste ser misionera.

-Sí, para eso estudié en un internado en Cincinnatti, Ohio. Pero como soy lesbiana, no de vicio sino de nacimiento, me sorprendieron con la secretaria de la directora, y me echaron.

-Te gustan las mujeres.

-Me encantan las mujeres, y me encantan las viejas más que las jóvenes, pero no le falto el respeto a ninguna. Ni las toco, ni las manoseo, ni nada. Ahora, si me dan pie, lo cojo. Igual que un hombre. Si a un hombre le dan pie, lo coge.

-¿Te enamoras lo mismo de un hombre que de una mujer?

-No, de un hombre nunca.

-Sin embargo, te casaste dos veces en América.

-Con el primero me casé por interés, para salir de las faldas de mis padres, porque para ellos todo era pecado.

En su vida hay como una especie de 'fatum' que la ha llevado por los más siniestros laberintos: abandono, alcohol, prostitución, amor prohibido, manicomios, cárceles...

-¿A qué se dedicaba tu primer marido?

-Era predicador. De mi primer marido me separé porque no tenía una gorda y yo ya estaba harta de mantenerlo.

-¿Y el segundo?

-Era boxeador. El segundo me quería muchísimo, pero bebía más que yo.. Me pegaba. Ya no pienso casarme más, porque a mi los hombres no me gustan, nunca me han gustado. Tengo a mi querida en el psiquiátrico; la quiero muchísimo. Llevo 15 años con ella. Antes hacíamos el amor, siempre respetando el psiquiátrico, y nos íbamos a un hostal, pero como dice que es muy vieja, y yo también lo soy -tiene 69 años y yo 61-, pues ya no tenemos ganas. Pero, de vez en cuando, le digo: "Aurora, vámonos, aunque no hagamos el amor; por lo menos, acostarnos juntas, acariciarnos". Pero no quiere, se ha vuelto muy vaga, no quiere moverse ya... Pero como la quiero con locura, pero mucho, mucho, nunca reñimos ni nada. Y antes, cuando bebía, le sacaba mucho dinero, porque ella no bebe ni nada, es muy ahorrativa, y todo lo que le pido me lo da.

-¿Y si no te gustan los hombres, cómo ... ?

-Emborrachándome, porque para estar con mi primer marido, tenía que hacer el papel. Y con el segundo peor todavía, porque era boxeador y me sobaba y tenía que beber con él. Cuando me corté las venas, porque yo me corté las venas en América, me ingresaron mis padres adoptivos en el psiquiátrico, y fue allí donde me casé con mi segundo marido.

-¿Cuando estabas con un hombre no sentías nada?

-Nada, me daba asco. No quiero ofenderte, pero qué culpa tengo yo, es que me daba asco.

Antes de casarse, o estando ya casada con su primer marido, el predicador, puso una casa de putas en Estados Unidos, y, al parecer, ganó mucho dinero hasta que los vecinos la delataron.

-Vino la policía sin más ni más.

-¿Aquí has estado en la cárcel?

-Sí, pero ni por robar, ni por matar. Estuve en Pamplona. Ese día la policía me cogió 20 veces, y ya estaba yo tan harta y tan agobiada, se me había acabado el dinero y todo, que me dijo el comisario: "Angie, ¿qué hacemos contigo?". Por mí, lo que ustedes quieran. Y me echó la ley de vagos y maleantes. Cumplí me parece que eran cuatro meses. En la cárcel daba clases de inglés a unas señoritas. Y fui tan idiota que me enamoré de una mujer y le compré un piso y lo puse a su nombre, y después me echó del piso y se buscó otra mujer.

-¿Por qué te echaron de EE UU?

-Por alcohólica.

-¿Echan a los alcohólicos?

-Por prostituta, por mujeriega, por todo.

-¿Recuerdas tu primera gran borrachera?

-En América. Cogí una tajada de miedo. Rompí los vasos de la barra, pegué dos hostias a dos hombres que había allí, una patada en los huevos a otro... La lié, porque si me dejan beber tranquila y nadie se mete conmigo, me aguanto, porque gracias a Dios yo todavía tengo educación.

-¿Odias la bebida?

-Me gustaría, pero no la odio.

-¿Bebes para. olvidar?

-Siempre para olvidar.

-¿Olvidar qué?

-Mi vida, el psiquiátrico, mis hijos. Mis hijos no, porque los quiero. Me corté las venas cuando me quitaron a mis hijos, y los quería muchísimo, ni siquiera sé si están adoptados ni dónde.

-¿No sabes nada de ellos?

-Nada de nada. Tengo tres hijas y un hijo. A lo mejor soy abuela y no lo sé. Los quiero, soy una madre.

-¿Por qué te los quitaron?

-Por la bebida, pero jamás los dejé solos. Siempre buscaba una niñera para que los atendiera.

-¿Te sientes sola?

-Sí, muy sola, y estoy hartísima del sanatorio. Pero ¿adónde voy a ir?

Su vida tiene algo de tragedia griega, hay como una especie de fatum, de destino implacable que, desde el principio, parece disfrutar llevándola por los más siniestros laberintos: abandono, alcohol, prostitución, amor prohibido, manicomios, cárceles... Y, sin embargo, a pesar de todo, siempre que hablo con ella consigue conmoverme esa inocencia última que nada ni nadie ha conseguido arrebatarle.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_