La ley del silencio
QUE UN sonido resulte agradable o molesto es algo subjetivo, pero todo sonido no deseado es ruidoso. La ley no puede regular los sonidos, pero sí los ruidos. En la Grecia de Pericles los carpinteros, herreros y demás artesanos cuyo oficio requería la utilización de herramientas ruidosas estaban obligados a instalar sus talleres fuera de la ciudad. Y en el interior de la misma estaba prohibido tener gallos que perturbaran el sueño de sus habitantes. En España, la Dirección General de Medio Ambiente prepara *Una norma legal -ley o decreto- que aspira a servir de marco para combatir la contaminación acústica, la más grave de las que sufren nuestras ciudades, según el responsable de ese departamento.Un informe de la OCDE de 1986 asegura que unos 130 millones de ciudadanos de sus 23 países miembros están sometidos a niveles de ruido superiores al umbral considerado tolerable. De esos países, Japón es el más ruidoso, pero el segundo es España: el 74% de los habitantes de este país tiene que soportar niveles sónicos superiores a la frontera de los 55 decibelios. El proyecto en estudio, que será sometido en septiembre a la consideración de todos los sectores implicados, distingue cuatro tipos de entornos -de hospitales y centros de enseñanza, viviendas, almacenes, estaciones, etcétera-, y fija los límites sonoros máximos para cada uno de ellos.
Ese marco legal era necesario porque el actualmente vigente, de 1972, hace años que quedó obsoleto: de entonces acá el parque automovilístico, y sobretodo de motocicletas, principal fuente de ruido en nuestras ciudades y pueblos, se ha más que duplicado, y las ordenanzas municipales carecen de eficacia para hacer frente a problemas como el de las obras públicas y otros. La norma que ahora se prepara incluye indicaciones sobre las condiciones que deberán reunir los proyectos de obras públicas desde el punto de vista del impacto sónico para ser áprobadas. No sólo en el proceso de construcción de la misma, sino en su funcionamiento posterior: las carreteras que discurran por zonas urbanas deberán contar con paneles de absorción de ruido, como los que ya existen en las de circunvalación de París y otras ciudades, y con pavimentos con mayor capacidad de amortiguamiento.
Pero además de legal, el del ruido es un problema cultural. Aquí no hay alcalde que no se considere obligado a abrir la fiesta dando lumbre a un cohete o petardo, ni joven motoristaque no haga su iniciación buscando la excitación del estruendo producido por su máquina -cuyo tubo de escape habrá modificado para hacerla más ruidosa-. En fin, la cosa se agrava en verano, y tiende a tomarse insoportable por las noches, cuando el calor obliga a dormir con las ventanas abiertas. Tal vez se ha. exagerado sobre los efectos del ruido para la salud -se habla de vértigos y disfunciones del sistema de circulación sanguínea-, pero está comprobado que la falta de sueño produce males psíquicos, sobre todo irritabilidad, de la que a veces derivan reacciones agresivas como las que cada verano llenan las páginas de sucesos. También se asegura que produce infertilidad -las gallinas dejan de poner huevos en las inmediaciones de los aeropuertos- e inapetencia sexual. Y si fuera cierta la idea de Schopenhauer de que la inteligencia y el ruido son términos antitéticos, el español terminaría siendo uno de los pueblos más tontos del universo.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.