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CORRIDAS GENERALES DE BILBAO

Una faena por naturales

Salió un novillero, se llama José Ignacio Sánchez, y fue, y se echó la muleta a la izquierda, e hizo una faena, toda entera, por naturales. Sólo por esto -caso insólito en el devenir de la neotauromaquia-, las bien llamadas Corridas Generales de. Bilbao, edición 1993, deberían pasar a la historia. Seguramente pasarán a la historia. De unos años a esta parte no se recuerda faena alguna en feria importante donde haya habido una faena, toda entera, por naturales.Por derechazos, sí. Una faena, toda entera, por derechazos, es lo habitual. A lo mejor allá a los 200 derechazos (y a las tantas de la noche), va el torero y se echa la muleta a la izquierda, pero es para que no digan, por disimular un poco. Se nota en que pone cara de asco. Un torero moderno, sobre todo si ya es figura o lo tienen programado para que lo sea, con la muleta a la izquierda es que no se ve, le entra la desazón, debe de sentir complejo de inferioridad; y una vez hecha esa concesión fugaz a los aficionados intransigentes, nostálgicos del toreo puro, se apresura a coger de nuevo la pañosa con la derecha, arma con el espadón de madera una vela latina, y aferrándola firmemente, reemprende la frenética producción seriada de derechazos.

Domecq / Sánchez, Pedrito, Granado

Cuatro novillos de Santiago Domecq (dos fueron rechazados en el reconocimiento), chicos, flojos, mansos, nobles; 5º y 6º de Pablo Martínez Elizondo, bien presentados, flojos nobles. José Ignacio Sánchez: estocada trasera (oreja); pinchazo, estocada trasera, rueda de peones -aviso- y cinco descabellos (palmas y saludos). Pedrito de Portugal: bajonazo escandaloso (ovación y salida al tercio); estocada muy trasera baja (vuelta).Daniel Granado: estocada delantera perdiendo la muleta (oreja y dos vueltas); dos pinchazos y media delantera (vuelta). Enfermería: asistido de contusiones el peón César Moreno, revolcado al banderillear al 6º. Plaza de Vista Alegre, 14 de agosto. Primera corrida de feria. Dos tercios de entrada.

Más información
Con denominación de origen

Novillero de estas modernidades fue Pedrito de Portugal, que les pegó mil derechazos a sendos novillitos inocentes. Cuidaba con exquisitez Pedrito de Portugal la composición de su figura, que mostraba en cada pase entre académica y pinturera, mas no cuidaba en absoluto la pureza de su toreo. Antes bien, el toreo lo hacía distante, procurando alejar la dócil embestida de los novillos inocentes mediante la abusiva guía de uno de los picos de la vela latina. Y, para rematar la proeza, perpetró cruel bajonazo.

Lo curioso es que este Pedrito de Portugal, jovencísimo espada, pasa por ser una de las principales promesas con que cuenta en la actualidad el escalafón de novilleros. Y es curioso, precisamente, porque en lugar de promesa parece realidad. Es decir, que se comporta igual que si ya tuviera en propiedad (y pagados los plazos), tres cortijos en Linares. Aunque quizá los tenga, no se dice que no.

Sus compañeros de terna, en cambio, se comportaron como novilleros a la antigua, militantes de aquella tauromaquia añeja que la afición añora, e hicieron cuanto sabían desde el valor, desde la entrega y desde la vergüenza torera. ¿Se ha dicho algo? Daniel Granado, a pesar de sus limitaciones técnicas, lanceó a la verónica e instrumentó redondos y naturales cargando la suerte, y aún se permitió el lujo de coronar su última faena mediante unos ayudados finísimos. José Ignacio Sánchez, por su parte, toreó al natural; ahí queda eso.

Toreó al natural José Ignacio Sánchez con hondura y sabor. Pero no sólo en la faena que instrumentó toda entera sobre la mano izquierda. La que le cuajó al novillo que abría plaza y feria tuvo momentos billantísimos. El empaque y sobre todo la ligazón de sus tandas de naturales y de redondos constituyeron una muestra del mejor toreo que pueda verse en estos tiempos de tauromaquia adulterada y derechacista. El dibujo primoroso de algunos de los muletazos causaron sensación, y los aclamó el público, pero el mayor mérito de la faena estribó en su propia construcción; en la unidad y en la armonía de las diversas tandas, que encelaron y finalmente sometieron las veleidades del novillejo huidizo. Fue, en fin, una faena de torero a la antigua. Y por naturales.

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