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John Major somete hoy su cargo a una votación de los Comunes

Enric González

John Major apostó y perdió. Hoy, apenas 24 horas después de su sorprendente fracaso, la apuesta será a todo o nada: o punto final a la ratificación de Maastricht o dimisión del primer ministro y elecciones anticipadas. La Cámara de los Comunes vivió ayer su jornada más dramática en décadas. Había que votar dos mociones sobre el capítulo social de Maastricht, una de los laboristas y otra del Gobierno. Ambas fueron derrotadas, lo que no afectaba al tratado, ya aprobado, pero dejaba la ratificación en una especie de limbo legal.

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Tras las votaciones, Major, visiblemente hundido, optó por anunciar que se sometería hoy mismo a una moción de confianza de la Cámara de los Comunes. Los 23 rebeldes euroescépticos del Partido Conservador, que traicionaron a su líder, fueron los únicos vencedores.El drama concluyó pasada la medianoche. John Major reunió de madrugada a sus ministros en Downing Street, residencia oficial del primer ministro, para estudiar la estrategia. La situación era de máxima emergencia y los rostros denotaban el impacto.

Normalmente, el Gobierno debería superar la moción de hoy. Incluso el más curtido de los rebeldes debe someterse a la disciplina del partido cuando está en juego la supervivencia de un primer ministro. Pero, tal como está la política británica y vista la mala estrella de Major, todo es posible. Incluso salvándose, quedaría en una posición muy débil.

La primera votación se refería a una enmienda laborista sobre la necesidad de incluir el capítulo social -rechazado por el Reino Unido en la cumbre comunitaria de Maastricht- en el texto británico del Tratado para la Unión Europea. La oposición a ese fragmento del tratado, asumido por los otros 11 países de la Comunidad, es una de las pocas cuestiones en que Major siempre se ha mantenido firme. Era, pues, una cuestión vital para mantener su autoridad.

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Viene de la página 1El Gobierno lanzó un mensaje casi desesperado a los rebeldes de su Partido Conservador. "El Tratado de Maastricht ya ha sido ratificado. No hay vuelta atrás", dijo John Major, en la mejor intervención parlamentaria de su vida, para disuadir a los euroescépticos de votar a favor del Capítulo Social (que detestan) con el fin de derribar todo, el tratado (que detestan con más intensidad si cabe).

El líder de la oposición, John Smith, respondió con una apología del Capítulo Social y sus ventajas para crear empleo estable. "¿Están locos los otros once Gobiernos de la CE, que lo han aprobado? ¿No será nuestro Gobierno, nuestro John, el loco de la historia?", preguntó Smith.

La moción laborista fue la primera en votarse. Y el resultado, insólito: un empate. 317 a favor, 317 en contra. Máxima tensión. Le correspondió a la presidenta de la Cámara, Betty Boothroyd, romper el empate con su voto de calidad. Y Boothroyd, laborista, se atuvo a la tradición y votó con el Gobierno.

Llegó el momento de la segunda votación, la propuesta por el Ejecutivo. Había que decidir sobre una moción aparentemente inocua: "Esta Cámara ( ... ) se da por enterada de la política del Gobierno de Su Majestad respecto al protocolo de política social". Ni a favor ni en contra, bastaba con darse por enterado. Pero la articulación del artículo 7 de la ley de ratificación había sido ingeniosamente arreglada por la oposición (que pactó la redacción con los conservadores cuando se aplazó el voto sobre el Capítulo Social, en abril) para que entrañara un terrible peligro para Major: "Esta ley sólo podrá entrar en vigor cuando cada cámara del Parlamento llegue a una resolución en una moción presentada por un ministro de la Corona sobre la cuestión del protocolo de política social".

Una zancada al infierno

Esto es, si la suave moción gubernamental era derrotada, los Comunes no llegaban a ninguna resolución. Maastricht quedaba en un limbo legal. Y Major se precipitaba hacia el infierno.

Se votó al filo de la medianoche. No hizo falta esperar a que la presidenta de la Cámara leyera el resultado para saber que el Gobierno había visto cumplida su pesadilla. 324 en contra, 316 a favor. La oposición lanzó papeles al aire. Los 23 tories rebeldes sonrieron maliciosamente. John Major, pálido, se alzó en su escaño. Decenas de diputados tuvieron que acomodarse en el suelo. Se hizo un silencio casi absoluto.

"La cuestión no puede dejarse así", dijo Major. "Me propongo pedir inmediatamente a la Cámara su confianza en la política del Gobierno" respecto a la exclusión del Capítulo Social, siguió. "La moción se presentará mañana". El líder de la oposición anunció a su vez una moción alternativa para la inclusión del Capítulo Social.

Las cosas serán esta tarde, por tanto, casi idénticas a como fueron ayer. Pero hoy el envite será definitivo. Está en juego la confianza en el Gobierno. Si Major pierde, se va. La crisis del Partido Conservador será formidable y, con toda probabilidad, serán necesarias unas elecciones anticipadas. Si Major gana, se queda. Pero con una autoridad totalmente quebrada.

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