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La voz perpetua de Luis Mariano

Fue el rey de la opereta parisina durante los años 50 y, 24 años después de su muerte, todavía se le recuerda. Sus fieles han peregrinado hasta su tumba en Arcangues.

Como todos los años, un grupo de fans, autoproclamados "marianistas" visitaron el pasado domingo la tumba de Luis Mariano en el pueblecito vasco francés de Arcangues. Flores, cohetes, risas y un zortziko interpretado en euskera por Amaia Uranga, antigua de Mocedades: "Desde que nace el día, hasta que muere el sol, resuena en mis oídos, el eco de tu voz. Adiós, KoIdo querido, nunca te olvidaré. Agur, Luis querido, agur, agur, agur...".Ejecutivos, artistas, profesionales, uniformados con una camiseta que hacía honor al homenaje, cotillearon e hicieron risas durante el día. Un tributo lúdico, mezcla de admiración sincera por el cantante y de buena dosis de ironía, de gusto por lo kitsch, por el disparate. Visitaron el museo abarrotado de fotos, el pub donde el viejo pianista de Luis Mariano conserva su memoria con una devoción que enternece: un sinfín de recuerdos que hacen del local un mausoleo... Y un joven tenor que repite las canciones del artista mitificado, soñando quizá con repetir el triunfo que convirtió a su maestro en el rey de la opereta parisina durante los años 50 y 60.

No ha sido el único homenaje a Mariano durante estos días, en que se han cumplido 24 años de su muerte. El Ayuntamiento de Irún, lugar donde nació, ha organizado una semana cultural. Entre sus muchos actos, no han figurado, sin embargo, películas, ni reales homenajes al artista. Sólo un busto por suscripción popular ("se parece más a Fernandel", decía alguien), que reemplaza a otro, más feo, que existía hasta ahora. 24 años han debido transcurrir para que su pueblo natal reconozca la figura de Mariano como propia. Mientras en Francia fue ídolo de multitudes, en España, a pesar de los éxitos que compartió en tres películas con Carmen Sevilla, y con Gloria Lasso en algún disco muy popular (como Canastos), estaba lejos de entusiasmar.

Cuenta Terenci Moix que cuando en las pantallas de los cines de barrio aparecía Luis Mariano, solía oírse el grito frenético de algún espectador, "¡Maricón!", sólo mejorado por el de otro, que matizaba: "¡Mariconazo!" Lo que en la Francia de entonces se asumía con normalidad, en España seguía siendo motivo de escándalo.

Quizá por ello se impulsó tanto su presunto idilio con Carmen Sevilla. Las revistas lo divulgaron a bombo y platillo, y aún hoy, las biografías que se publican sobre su vida hablan de aquel romance como algo que rompió definitivamente el corazón del cantante. Carmen Sevilla, sin embargo, lo comenta ahora con más naturalidad. Se escandalizaba, dice, de los gestos y los tics de su compañero de reparto, y le gritaba: "Eso no se hace, Luis, eso no es de hombres".

El año que viene, los marianistas volverán a citarse ante la tumba del tenor. Volverán a bailar ante ella al son de un acordeón o de canciones a gritos, que aúnan en el coro a este grupo enloquecido, absurdo y tierno, que ha decidido recuperar el pasado con una sonrisa.

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