Un grito exasperado
Sesión inaugural de las Noches Flamencas de los Veranos de la Villa en el Patio Viejo del Conde Duque. El recinto ha sido acondicionado con una cierta comodidad para lo usual en estos casos, buen servicio a las mesas y un ambiente en general agradablemente relajado. Las entradas a 1.500 pesetas y dan derecho a una consumición.No hubo mucha concurrencia de público en esta primera sesión; bien es verdad que tampoco se había dado gran publicidad a la puesta en marcha de tal programación, decidida con pocos días de margen. Y para empezar, cambio en el programa. Ramón, El Portugués en lugar de Pepe Luis Carmona. Ramón está en un momento muy interesante de su carrera. Parece recuperarse de tiempos no muy lejanos en que sufrió decaimientos físicos considerables, que se traducían en merma de su capacidad cantaora.
Veranos de la Villa: Noches Flamencas
Cante: Ramón, El Portugués. Toque: Agustín Carbonell, El Bola. Centro Conde Duque. Madrid, 15 de julio
La pena del mundo
Hoy no ocurre esto. Al contrario, vemos al Portugués con fuerza y con una inusual potencia en el grito, al que recurre con frecuencia. Con demasiada frecuencia para mi gusto, ya que paralelamente descuida los medios y los bajos tonos, tan fundamentales en el cante. Grito desesperado, grito exasperado, que puede llevarnos casi al desasosiego, al trance de la inquietud, porque es un cante que lleva dentro toda la pena del mundo.Ésta es otra característica de la etapa actual de Ramón, El Portugués. Su cante se nos antoja en constante tránsito hacia una angustia expresiva siempre en aumento. Si moderase el grito, que a veces le lleva a descomponer la armonía del cante, si interiorizase ese dolor que impregna su comunicación jonda, el arte de este cantaor de la casta de los Porrina ganaría muchos quilates. Junto a él, Agustín Carbonell, El Bola le acompañó con un toque no espectacular, pero sí justo y de gran eficacia.
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