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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El reto del Gobierno

EL NUEVO Gobierno elegido por el presidente González, que debe realizar el pregonado cambio sobre el cambio, ha supuesto una ruptura contundente con lo que se denomina aparato del partido, que no está representado en él. Apuesta por una nueva estructura, de poder en la familia socialista: tanto porque agrupa a representantes de las distintas corrientes renovadoras y de las baronías territoriales cuanto porque concita la adhesión de un número no despreciable de independientes, y todo ello bajo la égida del vicepresidente Narcís Serra, que acumula más amplias cotas, de poder. Al mostrar un perfil en general de ministros técnicos, plantea algunos interrogantes'sobre la necesaria energía en la nueva conducción de la política económica.La lista de los componentes del nuevo Ejecutivo no deja lugar a dudas en cuanto al distanciamiento con el guerrismo. Ni uno solo de los ministros que se habían vinculado al ámbito de influencia del vicesecretario general del PSOE forma parte del nuevo Gobierno. Sí están, en cambio, destacados miembros de las tendencias renovadoras, independientes de prestigio en sus respectivas áreas de trabajo y militantes de probada lealtad al secretario general. Con la elaboración de la lista del Gabinete, Felipe González culmina un proceso de cambio dentro del propio partido socialista, que ya había iniciado antes de los últimos comicios, cuando decidió participar activamente en la elaboración de las listas electorales -recuérdese la inclusión de tres candidatos independientes tan significados como la catedrática de Ética Victoria Camps y los jueces Baltasar Garzón y Ventura Pérez Mar¡ño-, pese a las dificultades que oponían quienes hasta entonces habían controlado la selección de candidatos: el aparato guerrista. Un proceso que continuó con la propuesta de Carlos Solchaga como portavoz del grupo parlamentario, en contra, naturalmente, de quienes veían perder su influencia en el ámbito legislativo.

Otra ausencia, esta vez no deseada, es la de los nacionalistas vascos y catalanes, a los que González ofreció gobernar en coalición. La eventualidad de un acuerdo futuro para enmendar la negativa del PNV y CiU, sin embargo, no debe implicar considerar al nuevo Gobierno como de transición. Aunque así fuera en alguno de sus componentes, los ciudadanos debemos exigir al nuevo Gabinete que afronte sin cortapisas los retos más urgentes. Más aún cuando un nuevo intento de coalición se revela como muy complejo, entre otras razones porque su iniciativa debería partir, lógicamente, de quienes han rechazado incorporarse al Ejecutivo.

Tan significativa como las ausencias del guerrismo y de los nacionalistas en el Gabinete es el equilibrio de las presencias, nuevas o consolidadas. Casi todos los componentes territoriales del socialismo están incorporados al nuevo equipo, en su versión renovadora, formando, sin embargo, un conjunto armónico, aunque de perfil discreto: los catalanes (mediante el reforzado papel de Narcís Serra, instigador del nuevo equipo), los vascos (Corcuera y Eguiagaray, que no había encontrado acomodo en las listas electorales), los valencianos de Lerma (Alborch, Albero) y los andaluces de Chaves (Griñán, Amador), la renovación madrileña (Rubalcaba y Solana) y los canarios (Saavedra). Todo indica que, en su lectura interna, este Ejecutivo puede ser un paso más hacia el desbloqueo de los problemas que vienen atenazando a la familia socialista. O, dicho de otra manera, este ministerio parece ser un instrumento pensado para afianzar una nueva hegemonía de signo más aperturista en el próximo, 33º congreso del PSOE, estructurada desde las federaciones y los notables más que desde el aparato central del partido.

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La decisión del presidente González no es, empero, una simple cuestión interna del PSOE. Es también, y muy fundamentalmente, una nueva apuesta a favor del cambio en el gobierno de todos los ciudadanos y en la cúpula parlamentaria socialista en uno de los peores momentos de la coyuntura económica.

Lo primero, la recesión

Frente a datos tan espantosos como el aumento progresivo del paro -con unas cifras que doblan las de la media de la CE-, un descenso del 1,1 % del PIB en el primer trimestre de 1993 -el peor de los últimos 25 años, lo que agrava aún más la posibilidad de recuperación de la economía- o la persistencia de la inflación en una coyuntura de estancamiento no es posible aplazar la ineludible toma de decisiones políticas ni, evidentemente, obstaculizar su apoyo parlamentario. No es un problema de capillas, grupos o banderías, sino de afrontar con coherencia y rigor una situación económica desastrosa. El mismo González reconoció ayer, en la presentación de su nuevo Gabinete a la ejecutiva del PSOE, que la coyuntura es pésima y, lo que es peor, que ésta se agravará en los próximos meses. Además, y en el mismo día, el director general de Previsión del Ministerio de Economía describió en cifras provisionales este sombrío diagnóstico.

Así pues, si el envite económico es la principal apuesta del nuevo Gobierno, y de todo el país, conviene plantearse con qué instrumentos se afronta. En este ámbito se abre el capítulo de los interrogantes sobre el nuevo equipo que sólo las medidas y los hechos contrastados podrán ir despejando: ¿cuál es la política económica esperable? El reciente debate de investidura ha planteado algunas líneas generales que vienen concitando un consenso social básico: pacto soc¡al para el empleo; reformas estructurales contenidas en el plan de convergencia; reforma del mercado laboral para flexibilizarlo; contención presupuestaria que procure preservar los actuales niveles de prestaciones y bienestar social. Faltan ahora las concreciones, las prioridades y los matices, cuestiones tan urgentes e importantes como las orientaciones globales.

El nuevo equipo económico está hegemonizado por Serra, que, además de la vicepresidencia del Ejecutivo, ha conseguido la presidencia de la Comisión Delegada de Asuntos Económicos. Este nuevo esqueina instrumental debe foguearse repartiendo los papeles de cada uno con eficacia funcional. Serra afronta sus nuevas responsabilidades con un crédito importante: el que le otorgan la silenciosa reforma militar, su papel como primer ejecutor de la renovación socialista propugnada por González y su fluida comunicación con empresarios y sindicatos, básica para el intento de pacto social. Solbes ha manejado la agricultura en una de sus épocas más dramáticas y, sin embargo, ha evitado más conflictos que cualquier mandato anterior. De modo que las cualidades de gestores responsables y buenos componedores están acreditadas.

El interrogante, más bien, surge desde otra perspectiva. ¿Cuál es el discurso económico detallado que propugnan los nuevos mandatarios? ¿Cuáles son sus matices -los matices son decisivos en estas cuestiories- a la política económica practicada en los últimos años? Más aún: la conducción de la política económica exige planteamientos rotundos, aunque sean aplicados flexiblemente. Exige también capacidad de iniciativa en momentos como los que vivimos. Y requiere, finalmente, autoridad implacable para las coyunturas en las que el consenso se revele imposible.

Las cualidades de buenos componedores, la capacidad de diálogo y de síntesis acreditada por el nuevo equipo económico, no conllevan que simultáneamente se atesoren esas otras virtudes. Por esa razón resulta lógica la expectativa de la ciudadanía en un asunto tan decisivo como la política para combatir la crisis económica. Porque la crisis es un asunto de largo alcance, pero su dramatismo actual alcanza tales niveles que se necesitan signos claros, en las primeras jornadas de trabajo del nuevo Gabinete, para saber al menos si los primeros 100 días estarán enfocados correctamente.

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