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Amor y vitaminas para Cuba

El festival por los niños cubanos llenó hasta la bandera la sala Aqualung de Madrid

Una gran pegatina redonda, que rezaba: "Yo también soy sudaca" igualó a todos por la pechera, en el lado del corazón. Era el Festival de la Vitamina, organizado por la Tertulia Sudacas Reunidas, con el patrocinio de Unicef y otras entidades. La sala Aqualung se quedó pequeña, con más de 2.500 personas llenándola hasta los topes, apretaditas y en recogimiento, mientras numeroso público que no consiguió entrar se indignaba a la puerta por su ocasión perdida ole solidarizarse con Cuba.No pudo ser, pero desde dentro surgió el clamor en favor de los niños cubanos, esos niños que, como dijo Paco Lobatón, uno de los presentadores del acto -con Concha García Campoy y El Gran Wyoming, entre otros- "estarán a esta hora. por las calles de la isla, porque allí se vive en las calles".

Previamente al inicio del recital, en el que actuaron numerosos artistas -de Joaquín Krahe a Pablo Milanés, de Massiel a Carlos Cano, pasando por Labordeta y Chicho Sánchez Ferlosio-, Joaquín Ruiz Jiménez, en nombre de Unicef -que asegura la entrega a sus destinatarios del dinero recaudado para vitaminas, medicinas y agua potable con destino a los niños de Cuba-, pronunció unas palabras.

"¡No al bloqueo!"

Destacó Ruiz Jiménez la necesidad de devolver a los niños y niñas cubanos todo lo que se pueda, en nombre de aquel pedazo del corazón "que se nos desgarró cuando Cuba se separó de España". Y enfatizó que la infancia cubana ha merecido, mientras ha sido posible, la máxima atención por parte de las autoridades sanitarias de la isla.

La gente estaba entregada, y coreó "¡no al bloqueo!" repetidamente, así como "¡Cuba sí, yanquis no!". Las canciones se sucedieron, y el primero que calentó al público fue Juan Antonio Labordeta, con "habrá un día en que todos, al levantar la vista, veremos una tierra que ponga libertad". Era todo un espectácuilo ver la cara que tenía Mariano Rubio en aquel preciso momento, situado en la zona VIPs. Porque también, aparte de la tropa, había personajes de lustre.

Además del mencionado ex gobernador del Banco de España, se encontraba su esposa, Carmen Posadas, muy elegante y también tratando de entender. Sancho Gracia y Mariví Dominguín completaban la nómina frivolona, y el ministro de Obras Públicas en funciones José Borrell aportaba el detalle político. Por cierto, que mientras Rubio se ensimismaba con Labordeta, Borrell -varias horas de debate de investidura sobre las espaldas- bostezaba desaforadamente. Pero le echaba mucha voluntad.

El corazón -quiere decir de rompe y rasga- corrió a cargo de Paco Valladares que, sin que pasara la vida, como estupendo actor que es, recitó Qué lástima de León Felipe, e introdujo la ternura por las cosas pequeñas. Y Massiel puso la pasión: traje negro, abierto hasta la ingle, mantón rojo hasta los pies y ese porte de leona poseurovisión que la caracteriza. Cantó un par de temas muy sudacas, de amor, pasión y algo así como comerte a besos. Y gritó: "`Cuba vencerá".

El más dicharachero

El más dicharachero era Inocencio Arias, secretario de Estado para la Cooperación Internacional, que siempre ha tenido el espíritu junto a América Latina. Precisamente, una de las mujeres sudacas, anunció que de la recaudación del sorteo de los cuatro viajes a Cuba ofrecidos por Iberia, Arias donaría el doble para la causa."Necesitamos vitaminas en el sentido literal y figurado que nos ayuden a recobrar la ilusión por un mundo más libre y más justo". Estas palabras, procedentes de una de las mujeres de la organización, se vieron confirmadas a lo largo del festival por el entusiasmo de los participantes, que no sólo cantaron, recitaron y presentaron: estaban allí porque "no hay causa más justa".

El cantante Pablo Milanés, uno de los padres de la llamada nueva trova cubana, llegó como una aparición oscura y luminosa a la vez. Su rostro de mulato bondadoso surgiendo de una camisa como el marfil. Piano y violín le acompañaron, y su voz nítida cantó algo que podría ser el lema del drama cubano, de lo que necesita y no le ocurre, de ese deseo de que le dejen en paz: "Las cosas que nunca tuve son tan sencillas como irlas a buscar". La sala se vino abajo, y aún mucho más cuando Pablito cantó Yolanda.

Todos los intérpretes tenían el compromiso de interpretar dos temas. Pero a Pablo se le pidió repetir y repetir, y todas las voces, susurrando, le acompañaron cuando atacó con su vieja canción El breve espacio en que no estás. Dio las gracias, el artista, en nombre de su pueblo, "por este acto de amor y solidaridad".

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