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CINE 'SIMPLE MEN'

Humor y vitriolo

Uno de los jóvenes cineastas estadounidenses que, procedente de la producción marginal, poco a poco va ganando renombre en su país y fuera de él es Hal Hartley. Y Simple men, la obra que hasta ahora mejor define su singularidad, que es muy pronunciada: es difícil encontrar antecedentes a su estilo, mezcla de cine realista casi documental, cine de género negro clásico y de comedia llena de un no menos negro y escéptico humor.Es Simple men una película aparentemente sencilla -como su título, simple: muy escueta y directa, de las que busca sin temor la médula del asunto que cuenta y no se va ni un instante por las ramas-, cuando en realidad resulta, si se la mira de soslayo y en busca de sus entretelas, un ejercicio de cine bastante enrevesado, de buena estirpe intelectual, bastante poco usual, algo esquinado y siempre de fondo complejo por ágil que sea su discurso formal. Y es complejo por la complejidad de los elementos que su director y escritor conjuga en ella, que a medida que la historia avanza se van cargando de electricidad y al final su precipitado es de los que echan chispas.

Simple men

Dirección y guión: Hal Hartley. Estados Unidos, 1992. Intérpretes: Robert Burke, William Sae, Karen Sillas, Elina Lowensohn. Estreno: cine Alphaville (versión original).

El resultado de esta conjunción de elementos, visto globalmente y al margen de detalles y guindas ornamentales -que las hay en Simple men y muy ingeniosas, sobre todo en los diálogos, que están medidos con tiralíneas-, es una película radical, cáustica, ácida, pletórica (le humor e incluso a veces, y a la chita callando, de -en el buen sentido de la palabra- mal hurmor, una visión dura del entorno y de los pequeños tipos y pequeños mundos que representa, situados en las cunetas de la sociedad norteamericana actual: unas cunetas sucias, llenas de despojos, pero libres e incluso libertarias, que segregan una fauna humana y unos modos de vida completamente de espaldas a las convenciones pactadas y demoledoras respecto de ellas.

Extraño triángulo

La historia de los dos muchachos neoyorquinos de ahora que se embarcan en la aventura de la busca de su explosivo padre -un superviviente intacto de los tiempos de la moral de la contestación y la sublevación ole los años sesenta en Estados Unidos- es un triángulo vigoroso y de alta precisión conceptual. Los diálogos del filme son antológicos, y tras de ellos entramos en contacto con unos personajes sorprendentes y sorprendentemente vivos, que nos conducen a las cloacas de su mundo y nos meten hasta el cuello en ellas con una facilidad desacostumbrada. Hay auténtico vitriolo en la emulsión del celuloide de Hartley, porque lo hay en sus retinas y porque tiene este nuevo, y potencialmemte gran cineasta, el don de hacernos ver, sin creamos sensación de esfuerzo, el revés de algunas cosas de las que sólo conocemos su cara aparente, su lado derecho.Divierte la transparencia de lo que parece a, primera vista un oscuro esquema, el esqueleto despojado de una película no enteramente acabada de hacer. Pero bajo la especie de imágenes pobres, Hartley nos inquieta con la riqueza que asoma tras estas imágenes. Y es esta trastienda lo más apasionante de esta obra, porque a través de ella adivinamos intuiciones como puños capturadas por los ojos como puñales de este cineasta-navajero, que no necesita, para remover convicciones y para escandalizar, acudir a truculencias y a la búsqueda -magnífica sin duda, pero que bordea el regusto por lo patológico- de lo excepcional, en que están embarcados sus colegas de Reservoir dogs, Retrato de un asesino o Mi Idaho privado.

A Hal Hartley le bastan en Simple men unas pinceladas casi invisibles para, del otro lado de los hombres simples que maneja, extraer oro negro, amasado con pesimismo, humor y violencia combinada con ternura, lo que provoca una incontenible simpatía por esas gentes.

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