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Los países ricos van a Tokio con mucha ambición y una cauta esperanza

La 19º cumbre del G-7 (el grupo de los siete países más ricos del mundo) se inaugura mañana en Tokio en medio de la peor recesión económica que conocen los países desarrollados desde la crisis del petróleo, agravada por la impopularidad de la mayoría de los gobernantes actuales. Coordinar políticas de crecimiento, abrir los mercados internacionales, avanzar en la negociación del GATT y negociar mecanismos para ayudar a Rusia son los principales objetivos de una reunión de la que no cabe esperar resultados espectaculares.

Muy lejos quedan los tiempos en los que líderes como Ronald Reagan y Margaret Thatcher marcaban el camino por el que avanzaban firmemente las pujantes economías de Alemania Japón y Francia.Hoy, el primer ministro del Reino Unido apenas tiene energía para salvarse al sí mismo en un, país que sale dolorosamente de la recesión. Japón vive momentos de incertidumbre política y económica; Alemania carga dolorosamente con el peso de la reunificación, y EE UU empieza a asomar la cabeza hacia el crecimiento económico en manos de un presidente inseguro, cuyos propósitos en el campo internacional son todavía un misterio.

El jefe de Estado francés, François Mitterrand, perdió recientemente el Gobierno en beneficio de los conservadores, y su actuación se verá limitada por la obligada cohabitación. Italia y Canadá, los otros dos integrantes del G-7, estrenan primeros ministros procedentes de partidos desgastados y sometidos a la crítica de sus ciudadanos.

"Occidente afronta hoy una crisis de empleo, de liderazgo y de confianza. El riesgo de los nacionalismos, regionalismos y la fragmentación ha crecido al mismo ritmo que aumenta la desilusión por la economía, los partidos políticos y las instituciones", afirma el Consejo de Relaciones Internacionales, una organización independiente de asesoramiento en política exterior.

Desempleo

Los países occidentales desarrollados sumarán al final de este año 36 millones de desempleados, de los que 20 millones pertenecen a la fuerza de trabajo de Europa. occidental. Junto a ello, la incapacidad de hacer frente a la crisis de Yugoslavia, la proliferación de conflictos regionales y el aumento de la violencia de extrema derecha en varios países crean un panorama preocupante.

Es posible que la mitad de los dirigentes que se van a reunir durante tres días en la capital japonesa, vigilada por casi 40.000 policías, no esté el año próximo en la vigésima cumbre. Sólo el presidente norteamericano, Bill Clinton, cuenta con respaldo político suficiente para tomar decisiones trascendentales en esta cita. El liderazgo norteamericano, que está a prueba en Tokio, se verá fortalecido por el hecho de que EE UU es el único país con un programa económico nuevo que le debe permitir el crecimiento de su economía en torno al 3,2% a finales de este año. Los demás, con la excepción de Canadá, estarán por debajo.

A ello se suma la autoridad ganada por el presidente estadounidense al haber conseguido en el Congreso la luz verde para negociar por la vía del fast track (vía rápida) los acuerdos comer ciales. Eso significa que Clinton posee el derecho a firmar por sí mismo el Acuerdo General sobre Aranceles y Comercio (GATT) sin que su Parlamento pueda pronunciarse más que para ratificar o rechazar el conjunto de ese acuerdo. Esta medida, aplaudida en Alemania, ha sido recibida por los observadores como un paso positivo con vistas al propósito de los siete grandes de firmar antes de final de año los acuerdos de la Ronda Uruguay.

En todo caso, la solemne declaración sobre el deseo de firmar el GATT este año no puede ser suficiente. Eso mismo se ha repetido en las tres últimas cumbres del G-7 sin el posterior compromiso. Como consecuencia de eso, el G-7 ha ido progresivamente perdiendo credibilidad, lo que se manifiesta especialmente en el caso de la ayuda a Rusia.

Tanto en la última cumbre como en una posterior reunión de ministros de Exteriores se alcanzaron acuerdos que nunca fueron cumplidos. En esta ocasión, de nuevo estará Borís Yeltsin en Tokio para sumarse a los otros líderes en la última jornada de trabajo, aunque esta vez es posible que la declaración de los siete grandes sea mucho más realista en relación con ese problema. De los 4.000 millones de dólares (por encima de medio billón de pesetas) prometidos, para el fondo de privatización, el aspecto más urgente de la ayuda a Rusia, es dudoso que se aprueben más de la mitad. El principal obstáculo de la asistencia a Moscú ha sido erigido, una vez más, por Japón, que busca antes un arreglo con Rusia sobre el archipiélago de las Kuriles.

Un duelo entre Japón y Estados Unidos

Japón, con un primer ministro, Kiichi Miyazawa, derrotado y sin capacidad de decisión y un partido gubernamental en crisis y obsesionado con las elecciones generales del próximo día 18, preside una cumbre del G-7 cuyo principal interés reside en observar el desarrollo del duelo entre el país anfitrión y Estados Unidos. La delegación japonesa, con una economía todavía en recesión y un superávit comercial con Estados Unidos que pronto superará los 50.000 millones de dólares, anticipa "momentos duros" durante el desarrollo de la cumbre, según reconoció Miyazawa en una conferencia de prensa.El primer ministro admitió que su Gobierno recibirá fuertes presiones, ya que muchos países consideran que el multimillonario excedente comercial nipón con el resto del mundo es uno de los principales frenos a la recuperación de la economía mundial. Portavoces de la Administración subrayaron, por su parte, que Japón pedirá a los demás países que adopten medidas apropiadas para lograr la superación del bache "porque la culpa no es sólo nuestra. La corrección de los desequilibrios obliga a una modificación de las políticas en las dos partes". En este sentido, descartaron nuevas medidas para estimular la economía nacional.

Algunos, analistas locales recordaban ayer simbólicamente que la persistente recesión japonesa ha aconsejado recortes impensables durante la prosperidad. En la cumbre de 1986, los periodistas que cubrieron el encuentro disfrutaron de barra libre en el consumo de sushi (pescado con arroz), yakitori (pinchos variados) y otras muchas exquisiteces niponas. En esta ocasión, el menú para los 1.600 corresponsales extranjeros y 7.200 japoneses será café y bocadillos; a este destacamento se unirán aproximadamente 1.000 diplomáticos y sus respectivos equipos.

El primer ministro japonés, cuya popularidad se encuentra bajo mínimos entre la opinión pública y las filas de su propio partido, intentará aprovechar la cumbre para superar el deterioro de su imagen. Y también hacer olvidar la humillación de la derrota sufrida en el Parlamento el pasado día 18, cuando una moción de censura presentada por la oposición fue aprobada en el Parlamento con los votos a favor de la disidencia del propio partido. Fuentes oficiales informaron que Miyazawa buscará acortar distancias con el presidente norteamericano, Bill Clinton, y forzar iniciativas que "salven la cara" de una reunión cuyos resultados se pronostican pobres.

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