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LAS VENTAS

El novillo descubridor

Manolo Carrión tuvo un primer novillo que no descubría absolutamente nada, excepto su vergonzante mansedumbre, y un segundo que lo descubría absolutamente todo, empezando por los toreros. Se trataba de uno de esos novillos hijo de semental bravo y encastada vaca que aparecen de tarde en tarde en las dehesas y dicen: "En cuanto me suelten en Las Ventas, voy y descubro a un torero". Y pues le soltaron en Las Ventas una tarde de julio, fue, y lo descubrió.No tanto lo descubrió como lo puso al descubierto, que no es exactamente lo mismo. EÍ descubrimiento primero había acaecido dos meses atrás, cuando Manolo Carrión se echó la muleta a la izquierda en aquella novillada preferia de San Isidro y maravilló a la sorprendida afición. Sin embargo, quienes ya habían visto torear a Manolo Carrión en su Valencia natal y otras plazas sabían de su ortodoxa técnica, de su excelente corte torero, de su personalidad artística.

Holgado / Oliva, Carrión, Sánchez

Cinco novillos de Auxilio Holgado (uno fue devuelto por inválido), 1º chico, resto desiguales aunque bien presentados, flojos, de poco juego, excepto 4º y 5º, encastados. 3º, sobrero de Juan Antonio Ruiz, con trapío pero sospechoso de pitones, inválido y pastueño.Abel Oliva, de Chiclana, nuevo en esta plaza: dos pinchazos -aviso-, tres pinchazos, estocada corta atravesada y descabello (silencio); media estocada caída y descabello (silencio). Manolo Carrión: bajonazo (palmas); tres pinchazos, estocada ladeada -aviso- y dobla el novillo (algunos pitos). José Ignacio Sánchez: estocada caída y dos descabellos (escasa petición y vuelta); estocada (aplausos). Plaza de Las Ventas, 4 de julio. Dos tercios de entrada.

El éxito del debú ante la cátedra había de refendarlo; no pudo ser en la repetición por culpa de un ganado infame, ni tampoco con el manso vergonzante de su tercera comparecencia. Mas saltó a la arena el novillo farruco que estaba deseando demostrar su encastada bravura en Las Ventas, y ahí fue cuando personalidad, corte y ortodoxia quedaron en entredicho. Sobre todo la personalidad. Pues resultó que el estilo propio de Manolo Carrión se metamorfoseaba poncista. Y mientras el aponzado diestro componía académicas posturas -la cadera a un lado, la mano libre en posición declamatoria-, el novillo no paraba de embestir codicioso al poco templado engaño, empeñado en descubrir un torero.

Del graderío llegó dos veces la voz anónima de la sabiduría táurica. Sólo dos, y fueron bastantes. Primera: "¡Baje usted esa manita!". Y el torero abandonó la declamatoria actitud para dejar caer el brazo a lo largo del cuerpo, y consiguió entonces los redondos más hondos, ligados, jaleadós y acarrionados oe la faena. Segunda: "Ese toro se va sin torear`, y la suerte ya estaba echada. Al torero le costó cuadrar al recrecido toro, y este consumó la proclamación de su encastada bravura aguantando de pie su larga agonía. Murió embistiendo.

El toreo según los cánones. Los aficionados lo demandan, e intercambiaron albricias porque hubo algunas muestras en Las Ventas. Su mejor artífice fue José Ignacio Sánchez, quien tras cuajar un par de ayudados y un cambio de mano sensacional, ya estaba interpretando con parsimonia, gusto y largura los naturales, en series espléndidamente abrochadas mediante el ceñido engarce del pase de pecho. La penosa invalidez del novillo restó continuidad a la exquisita faena, en tanto su boyantía daba facilidades. O sea, que lo uno iba por lo otro, y la oreja solicitada por algunos espectadores hubiera sido premio excesivo. Al sexto, reservón e incierto, le porfió pases José Ignacio Sánchez, cuyo cartel de torero artista resultó revalorizado.

El de Abel Oliva, en cambio, quedó pendiente de nuevas comparecencias. A un novillo noble lo molió a derechazos' instrumentados con suavidad pero también de costadillo y con su abusito del pico. A otro violento y derrotón le aguantó las intemperancias, lo cual tiene mérito. Se trataba, por cierto, del ejemplar con más trapío de la novillada; una especie de torito que habría pasado por torazo en numerosas plazas, desconcertante además, pues manseó en varas.

Los novillos dieron muchos cambios durante la lidia, aunque algunos eran de libro. Es el caso del segundo, que se inscribía en el capítulo de los mansos, y para demostrarlo, perseguía a los banderilleros, obligándoles a tomar precipitadamente el olivo. Se trataba de un síntoma típico de la mansedumbre, que acabó de cantar el novillo en plena faena de muleta, huyendo acobardado al refugio de las tablas. Manolo Carrión le ligó a favor de querencia la suerte natural con la contraria, y ese fue un recurso de torero bueno. "Lástima que a tan buen torero no le salga un toro bravo", comentaba la afición. Pero el toro bravo salió. Y despejó algunas incógnitas.

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