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Japón y Alemania entraran en el Consejo de Seguridad a cambio de serias reformas

Soledad Gallego-Díaz

La batalla por la ampliación del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, el máximo órgano ejecutivo de la comunidad internacional, ha comenzado. El pasado día 30 finalizó el plazo dado por la Asamblea General para que los Estados miembros ofrecieran sus "comentarios escritos": más de 50 países han enviado sus textos, entre ellos España, y ya se vislumbra que la batalla va a ser larga y disputada. Alemania y Japón, los dos perdedores de la II Guerra Mundial, pretenden ingresar como miembros permanentes y tienen el apoyo público de Estados Unidos. Es casi seguro que lo lograrán, aunque probablemente sin derecho a veto y sólo si se pacta antes la creación de nuevos puestos y categorías para los países No Alineados, que se consideran ya bastante discriminados.

"El debate comenzará el próximo otoño, pero no dará frutos antes de 1995, cuando se celebre el 50, aniversario de la creación de la ONU", explican fuentes diplomáticas españolas. "Estos años serán probablemente los de mayor importancia para la ONU desde su creación", asegura su secretario general, Butros Gali. "Van a determinar el rumbo de la organización y su contribución a generaciones venideras".Ni uno solo de los países que han enviado sus comentarios discute, en principio, la necesidad de ampliar el número de sillas en el Consejo de Seguridad, integrado ahora por cinco miembros permanentes con derecho de veto (Estados Unidos, Rusia, China, Francia y Reino Unido) y 10 no permanentes, que son renovados cada dos años y elegidos con criterio geográfico y en función de sus aportaciones a los programas de la ONU.

Nadie se opone a una ampliación porque todo el mundo piensa que la actual composición no representa ni a la Asamblea General ni al auténtico reparto de poder en el mundo. La ONU ha sido tradicionalmente lenta a la hora ¿le reconocer la realidad. Entre 1945 y 1993 ha pasado de 51 a 183 Estados miembros, con sólo dos modificaciones: aumentar de 6 a 10 las plazas para miembros no permanentes (1963) y aceptar a China, el país más poblado del mundo y potencia nuclear, en el selecto club de los dueños de veto (1971).

Espectaculares cambios

Probablemente, desde 1971 hasta hoy han ocurrido más cosas en el mundo que entre 1945 y 1971. Primero, la lista de incorporaciones de nuevos Estados se ha disparado y todavía no está cerrada. Segundo, Japón y Alemania son potencias económicas mundiales. Tercero, muchos países no alineados se han convertido también en pesos pesados de sus respectivas áreas geográficas. Y cuarto, pero casi lo más importante, el fin de la guerra fría ha supuesto un vuelco político sin precedentes, que ha permitido la revitalización de la hasta entonces anémica ONU.

Entre 1945 y 1990, los Estados con derecho a veto paralizaron cualquier decisión de Naciones Unidas en 279 ocasiones, una media de seis veces al año. Desde la primavera de 1990 sólo se ha ejercido una vez. El Consejo de Seguridad acaba de aprobar en los dos meses de presidencia española, mayo y junio, 14 resoluciones, tantas como se aprobaron, por ejemplo, en todo el año 1987. Y en los últimos cinco años se han organizado tantas operaciones de mantenimiento de la paz (13) como entre 1945 y 1988.

Esta reactivación ha coincidido, además, con la aceptación de nuevas tareas, muy fundamentalmente la de intervenir, en virtud de argumentos humanitarios, en casos de guerra civil, utilizando incluso la fuerza. Es el caso, por ejemplo, de Somalia. Haití ha supuesto también un hito en la historia de la ONU, aunque haya pasado más inadvertido. Por primera vez, el Consejo de Seguridad, bajo presidencia española, ha impuesto fuertes sanciones económicas e incluso un bloqueo de petróleo a un país que no mantiene enfrentamiento con otro Estado y que ni tan siquiera se encuentra en guerra civil, sino que ha sido objeto de un golpe de Estado.

Este escenario de hiperactividad y nuevos horizontes está resultando compatible, sin embargo, con una ridícula falta de medios, tanto financieros como humanos.

Propuestas a acomodar

El papel más activo de la ONU en la escena internacional unido a sus problemas presupuestarios crean un ambiente contradictorio en el que ahora se plantea la segunda y más importante ampliación de la historia del Consejo de Seguridad.Los textos remitidos por algunos países indican cómo se va a plantear la batalla diplomática. Las respuestas más esperadas eran las de Francia y Reino Unido. París no ha ocultado su frialdad ante la idea de compartir silla segura con Bonn. Londres cree que la actual distribución es "equitativa" y advierta contra la "precipitación".

Los No Alineados reclaman que el Consejo esté más equilibrado y sea más representativo, y así estará legitimado para tomar las decisiones que requiere la nueva situación internacional.

La propuesta española introduce uno de los elementos que podría ayudar a encontrar la solución. España sugiere la creación de nuevas categorías: miembros permanentes sin derecho a veto (sin duda pensando en Alemania y Japón) y miembros "semipermanentes", es decir, un grupo determinado de países que, en virtud de su peso regional y distribución geográfica, tendrían asegurada "la pertenencia más frecuente". Todo ello sin olvidar que un criterio objetivo es la contribución de cada Estado a las operaciones de mantenimiento de la paz. No en balde España es en este momento el noveno contribuyente de la ONU.

Las nuevas categorías permitirían que estuvieran siempre presentes Brasil, Argentina o México (en representación de América Latina); India, Pakistán o Indonesia (en representación de Asia) y Nigeria, Egipto y, quizá, la nueva Suráfrica democrática (en representación de África).

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