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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El ataque a Bagdad

ESTADOS UNIDOS volvió a lanzar, en la noche del sábado, un ataque sobre Bagdad con misiles Tomahawk para destruir el centro de los servicios de espionaje iraquíes, situado en un barrio residencial de dicha capital. A pesar del propósito manifestado por los servicios norteamericanos de evitar pérdidas civiles, hay noticias de muchos destrozos en casas del barrio afectado, con seis muertos y numerosos heridos. Una larga experiencia demuestra que, por precisos que sean esos misiles, siempre causan víctimas fuera de sus objetivos. El daño causado a los civiles era algo con lo que EE UU tenía que contar al tomar la decisión del ataque. -La motivación alegada ha sido la de castigar un intento de atentado preparado por el espionaje iraquí con ocasión de la visita del ex presidente Bush a Kuwait, en abril pasado. Los agentes iraquíes fueron detenidos antes de hacer explotar un camión cargado de explosivos; están siendo juzgados en Kuwait y en declaraciones hechas ante agentes del FBI han reconocido que actuaban siguiendo órdenes de Bagdad. Tal es la explicación que Clinton dio para justificar el bombardeo, a lo que agregó: "Éste es un mensaje contra Irak y contra todos los países que fomenten el terrorismo. Estados Unidos les combatirá con fuerza y protegerá a sus conciudadanos".

La ONU ha tenido que tomar varias veces medidas para obligar a Sadam a cumplir las resoluciones de la ONU que le obligan a destruir sus misiles de largo alcance y las instalaciones de producción de armas químicas y otras. El 18 de junio, el Consejo de Seguridad envió una seria advertencia a Irak amenazándole con represalias si seguía impidiendo la instalación de centros de observación para cumplir las condiciones que le fueron impuestas al terminar la guerra del Golfo. Existe, pues, un conflicto latente entre Irak, y la ONU, y ésta puede tomar en cualquier momento medidas radicales en aplicación de sus propias resoluciones. Lo que choca en la última decisión de Clinton es su carácter unilateral, sin la más mínima referencia a las normas del derecho internacional: EE UU lanza sus misiles porque, según un juicio que hace: exclusivamente su Gobierno, es la respuesta adecuada a unos preparativos para asesinar a Bush.

Clinton se ha comprometido a presentar ante el Consejo de Seguridad las pruebas precisas. Pero lo hará a posterior¡ de la represalia. Y la cuestión es si, al margen de la validez de tales pruebas, tiene EE UU derecho a bombardear Bagdad. A la luz del derecho internacional sólo hay una respuesta: no. En el curso de este siglo, en medio de guerras espantosas, ha avanzado considerablemente una normativa internacional que somete a todos los países a reglas estrictas para emplear la fuerza. Esas normas hicieron que la respuesta contra la invasión de Kuwait por Sadam fuera adoptada por un amplio colectivo de países que buscaron- y obtuvieron el expreso respaldo de la ONU. Clinton ha hecho muchas declaraciones sobre su deseo de contribuir a crear un nuevo orden internacional. Pero ha actuado en sentido exactamente contrario al lanzar los misiles contra Bagdad, sin ninguna decisión internacional. Si lo ha hecho para corregir la sensación que tiene todo el mundo de su incapacidad para dar a EE UU un papel dirigente en la escena internacional, ha errado por completo.

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Las reacciones de otros países han sido variadas. Apoyo pleno del Reino Unido; más cauto de Francia y Australia. La actitud de Egipto ha sido crítica. Aun a partir de noticias parciales, todo indica que se. distancian de EE UU muchos de los países de la coalición que se formó contra Sadam tras el ataque de éste a Kuwait. La actitud de España, anunciando que espera a la decisión del Consejo de Seguridad, no es comprensible. Ser presidente de dicho consejo no le impide tener su propia opinión; debería ser una razón más para basarse en los principios de la ONU, que Clinton despreció al lanzar los misiles.

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