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Los rebeldes de Azerbaiyán comienzan a repartirse en paz los órganos de poder

Pilar Bonet

Azerbaiyán inauguró ayer una nueva etapa política con la apertura de negociaciones entre el jefe del Parlamento, Heydar Aliyev, y el líder militar Surat Huseinov, para proceder al reparto de cargos en la Administración del Estado, que el sábado comenzó a ser depurada de los altos funcionarios fieles al presidente Abulfaz Elchibéi.

Aliyev y Huseinov se reunieron ayer en Bakú, la capital azerbaiyana. El líder militar, cuya actitud desafiante provocó la fuga de Elchibéi, aspira al puesto de comandante en jefe de todos los poderes fácticos del país, según manifestó en Gandzha el coronel Vajid Tadzhibov, consejero político de Huseinov.En una conversación con EL PAÍS en aquella ciudad, Tadzhibov, un oficial con más de veinte años de servicio en el Ejército soviético y experiencia de combate en Afganistán, afirmó que todo el Ejército de Azerbaiyán está ya a las órdenes de Surat Huseinov. Señaló también que el Ministerio de Defensa de Azerbaiyán colaboró con Huseinov antes incluso de que el presidente fuera despojado de sus competencias el pasado día 24.

Al frente de este ministerio son previsibles cambios, afirmó Tadzhibov, quien aludió a los fracasos que se han registrado en la guerra contra los armenios, que han ampliado sustancialmente su territorio fuera del enclave del Alto Karabaj (Nagorni Karabaj). El último éxito se produjo el pasado sábado, cuando los armenios ocuparon unas posiciones montañosas próximas a la ciudad azerbaiyana de Agdam, fuera del enclave. Los altos de Agdam tienen una gran importancia estratégica.

El coronel Tadzhibov acusé al Frente Popular de Azerbaiyán (FPA), el movimiento de masas que llevó al poder a Elchibéi, de no haber organizado una movilización militar para luchar en el Alto Karabaj. Tadzhibov sugirió que el equipo presidencial cesante podría rehabilitarse acudiendo a las trincheras del Alto Karabaj.

El cambio político en Azerbaiyán se ha consumado sin grandes resistencias. El FFIA apenas si pudo sacar a la calle a varios centenares de personas el sábado ante su sede de Bakú, y los funcionarios más vinculados con Elchibéi comenzaron a abandonar sus puestos ese mismo día sin graves conmociones.

Salvar la cara

Unos, como el ministro de Extenores, Tofik Gasimov, o el secretario de Estado, Alí Kerimov, fueron simplemente destituidos, y otros, queriendo salvar la cara, dijeron que renunciaban a sus cargos en señal de protesta. El resultado era el mismo: un relevo al frente de la Administración, que la mayoría se tomaba con tranquilidad, convencidos de que la etapa que se inicia ahora es sólo un capítulo más, al que seguirán otros.

Durante el fin de semana, la tensión en Azerbaiyán se ha mitigado. En la ruta entre Bakú y Gandzha, los controles militares eran escasos, no se veían tropas en movimiento y el grueso del tráfico estaba formado por convoyes de camiones comerciales turcos. En Gandzha reinaba un ambiente relajado. En una casa de té de la ciudad, un grupo de hombres conversaba sin agobios. "A Elchibéi habría que haberlo colgado hace un año" decía Islam Vaguirov, para quien el presidente depuesto "debería suicidarse, si es que tiene honor".

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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