¿Qué derechos?

LA CONFERENCIA Mundial sobre Derechos Humanos ha concluido en Viena, tras dos semanas de reuniones, con un compromiso ambiguo en el que, si bien se admite el principio de universalidad de tales derechos, se deja abierta la puerta a su relativización en función de las "particularidades nacionales".El acuerdo previo de evitar referencias demasiado concretas a violaciones efectivas de derechos humanos, a fin de evitar deserciones o rupturas entre los participantes, ha condicionado las sesiones. Uno de los objetivos fundamentales de la conferencia era la creación de un Alto Comisionado para los Derechos Humanos similar al que ya funciona en la ONU para los refugiados. La conferencia ha "recomendado" a la Asamblea General dar prioridad a la creación de esa institución, pero no incluye compromiso alguno sobre su financiación.

El riesgo de estas reuniones, a las que asisten todos los miembros de la ONU, es que tienden a revivir los enfrentamientos que fueron típicos de esa organización en los años sesenta: el Tercer Mundo contra los países desarrollados. Así, los 51 países islámicos -apoyados por otras 37 naciones- consiguieron que se aprobara una resolución para levantar el embargo que pesa sobre Bosnia y se permitiera a los musulmanes comprar armas, modificando así el criterio que hasta el presente habían mantenido los principales países desarrollados.

La reunión iba a ser la ocasión de consagrar el principio de que la intervención internacional para enmendar violaciones de derechos humanos no constituiría ya injerencia en los asuntos internos de un país. Es un principio crecientemente aceptado en la práctica. En Viena, la comunidad internacional consagraría jurídicamente este derecho. Y así, el comisario tendría autoridad suficiente para investigar las violaciones y denunciarlas al Consejo de Seguridad de la ONU. Sin embargo, el mero concepto fue rechazado precisamente por las naciones que encabezan la Esta de violadores, dirigidas por China y Corea del Norte.

La mayoría de los países del Tercer Mundo -especialmente los islámicos y los de África- propusieron y consiguieron que se incluyera en la declaración final un párrafo que la desvirtúa: "La comunidad intemacional debe tener en cuenta las peculiaridades nacionales y regionales, así como el trasfondo histórico, cultural y religioso de cada país". En Irán, las peculiaridades religiosas han hecho que hace pocos días centenares de mujeres fueran detenidas por llevar mal puesto el velo. En Arabia Saudí, las mujeres son arrestadas por conducir un automóvil. En ciertos países de África, una costumbre ancestral hace que aún se practique la ablación del clítoris. Y en varios de Oriente Próximo, la peculiaridad cultural facilita la existencia de formas encubiertas de esclavitud. Con tales ejemplos, es razonable pensar, con Amnistía Internacional, que la conferencia de Viena ha hecho poco por ayudar a los millones, de personas que en el mundo son víctimas de los peores abusos, ya sea en nombre de concepciones políticas, creencias religiosas o tradiciones nacionales.