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El hombre de las 10.000 amantes

Andrés Fernández Rubio

En una conversación de Fellini, George Simenon aventuró una cifra: 10.000 mujeres. Las razones a las que obedecía esa delirante promiscuidad se desconocen. "De lo que íntimamente pudo sentir sabemos poco", ha explicado el biógrafo Pierre Assouline. En Memorias íntimas, el escritor narra cómo visita asiduamente un burdel de la mano de su segunda esposa, Denisse. "Se excitaba", escribe refiriéndose a Denisse, "viéndome desaparecer con Marina o con cualquier otra".En la exposición de Lieja, uno de los divertidos montajes visuales presenta el camerino de Josephine Baker, la vedette que revolucionó París en los años veinte con su cintura rodeada de plátanos y que también fue la amante del oscuro creador del comisario Maigret. Y, tal como la muestra ayuda a confirmar, Maigret desborda a George Simenon y lo reconcilia con los seguidores del detective, con-. vertido desde su sencillez en un auténtico mito. La literatura, una vez más, redime al hombre que la crea.

Más información
Maigret encuentra en Lieja la pista de Simenon

La comisaría

Para demostrar la existencia del comisario, los responsables de la exposición, Adelin Guyot y Jeannot Kuppers, han recreado fielmente el corredor de la policía judicial, de 18 metros de largo, con las puertas a las que se asoma el visitante para contemplar los despachos del superintendente y sus colaboradores. Sobre la mesa de Maigret, los emparedados recién subidos de la brasserie Dauphine, también recreada y puesta como bar a la salida de la exposición.

Los cadáveres que el visitante encuentra a su paso en la muestra son también parte del mundo de Simenon. Primero, en una sórdida habitación de hotel, con la víctima sobre la cama y los pies de cera asomándole bajo la sábana. Luego, en la morgue, con el cuerpo tapado sobre la mesa de disección y una temperatura muy fría y un olor extraño.

Se ha reconstruido un cine de época, que pasa una película de Maigret con Jean Gabin y Brigitte Bardot; el despacho de periodista de Simenon y al propio Simenon hecho de cera escribiendo con su insistente pipa. Del territorio de la leyenda surge la caja de cristal, en cuyo interior hay una mesa, una silla y una máquina de escribir. Eugene. Merle apostó un día 300.000 francos si Simenon era capaz de escribir una novela en tres días y tres noches, mientras permanecía encerrado en una caja de cristal en plena calle. El proyecto nunca se realizó.

Entre los objetos y documentos reales, los organizadores han traído de Suiza, donde Simenon vivió durante décadas, más de 600. Desde sus gafas hasta el carné de conducir, sus cajas con lapiceros Caran d'Ache cuidadosamente afilados a fotografías de una niñez marcada por un trauma incurable: nunca fue querido por su madre.

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