Mucha agua, pero poco desagüe
Una y otra vez el Canal de Isabel II rellenó los ocho camiones cisterna (14.000 litros cada uno) instalados junto a los puestos de asistencia sanitaria. Los más atrevidos se agachaban bajo los vehículos para remojar los 38 grados sobre el asfalto y los cientos de miles de devotos se bebieron 55.000 bolsas de agua que regaló la compañía.Pero el líquido ingerido fue difícil de evacuar. La organización olvidó instalar retretes y los bares de los alrededores vieron crecer las colas para usar sus servicios. Había seis cabinas portátiles instaladas bajo el altar, pero sólo para uso del séquito papal e invitados. Para colmo, el servicio de monedas que hay permanentemente en la esquina de la calle de Génova exhibía el cartel rojo de "fuera de servicio'
El encargado del restaurante El Descubrimiento sólo se ablandaba cuando eran monjas quienes pedían pasar al cuarto de baño. "Si dejo entrar a todo el mundo las colas llenarían el local", explicaba. Así que mandaba a las pandillas a la cafetería de arriba, donde la fila colapsaba la entrada.
Los comerciantes de la zona dieron el día por perdido. En una tienda de alfombras los empleados se quejaban de lo inapropiado del escenario. "Cuánto más molesta un evento, parece que es más importante", decían.
En cambio, el Museo de Cera recibió el doble de visitantes que un miércoles normal y nunca tantos religiosos recorrieron sus pasillos. El limpiabotas de la plaza, un fontanero en paro, declaraba que la mañana fue normal. "Y ahora, si me disculpan...", pidió educado. "Estoy leyendo la palabra de Dios".
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