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El Salón Aeronáutico de Le Bourget exhibe astronautas europeos para atraer visitantes

En la 40ª edición del Salón bianual de la Aeronáutica de Le Bourget, abierta el viernes, todo el mundo habla de crisis. La Agencia Espacial Europea entierra los programas Ernest y Columbus; las compañías de aviación reconocen más de 550.000 millones de pesetas de pérdidas; los fabricantes no, encuentran compradores; y los astronautas europeos, entre ellos el español Pedro Duque, faltos de naves o laboratorios espaciales, se exhiben sumergidos en una gran piscina de cristal. Todo para que el Salón no pierda visitantes.

Los 360.000 litros de agua donde nadan los astronautas equivalen a la inmensidad del espacio y meten en una piscina la inmensidad de los sueños aeronáuticos continentales, hoy frenados por la crisis, por una gran crisis.La pequeña catástrofe fue, el pasado viernes, el hundimiento de una tribuna de prensa. Las lesiones han sido leves, pero el incidente, como un mal presagio, ha venido a sumarse a los signos premonitorios negativos.

Mientras más de 1.000 aviones permanecen en el suelo, aparcados en unos casos porque no hay dinero para hacerlos más silenciosos, en otros porque no hay bastantes pasajeros, la CIA advertía a 49 sociedades estadounidenses de que no deben poner los pies en Le Bourget porque es "un nido de espías". Según la CIA, los científicos franceses plagian los hallazgos presentados por las firmas americanas. Para el representante de la industria francesa, que ha logrado robarles a los norteamericanos clientes como los árabes, que compran sus satélites a Aeroespatiale, "la acusación de espionaje es ridícula y su única razón de ser es el intentar poner en dificultades el salón de Le Bourget".

Hasta el 20 de junio, 500.000 personas desfilarán por las pistas y hangares del antiguo aeropuerto de París. Podrán ver más de 200 aviones y helicópteros, unos 60 de los cuales presentados en vuelo. La gran novedad es el airbús 319, una versión corta del 320, con 124 asientos y un máximo de 5.000 kilómetros de autonomía. Pero es una novedad que posee mucho menor poder de atracción que algunas maquetas, como el visionario Alliance, de la propia Airbus, un monstruo para 600 u 800 pasajeros.

Boeing piensa en lo mismo y como el proyecto es muy caro, los dos gigantes parecen dispuestos a colaborar. De momento, hay dos grandes problemas que solucionar: cómo evacuar, en un caso extremo, la nave en menos de 80 segundos, y cómo aligerar el peso de un coloso de más de 70 metros de largo para evitar que, cada vez que aterrice, haya que asfaltar luego la pista.

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