Enfado general
Lo que comenzó como una fiesta, a punto estuvo de acabar como el rosario de la aurora. Los toreros, enfadados y diciendo palabrotas para sí por la invalidez y sosería de los toros; el público lanzó almohadillas al ruedo porque se sentía estafado, y hasta el presidente se supone que terminaría con mala cara por la cantidad de improperios que recibió por su negativa a devolver el cuarto de la tarde.El público granadino es tan alegre y bullicioso que confunde a taurinos y toreros. Para empezar, paga toros de primera y lo que ve son novillos de tercera; los toreros también se confunden: exigen toros chicos y cómodos y se esfuerzan poco en la creencia de que es fácil cortar las orejas.
Peralta / Joselito, Litri, Ponce
Seis toros de Peralta, muy justos de presentación, muy flojos, sosos y nobles; el 4º inválido; el 5º bravo y encastado.José M. Arroyo Joselito: estocada (ovación); media baja (ovación). Miguel Baez Litri: estocada baja (oreja); estocada desprendida (silencio). Enrique Ponce: pinchazo y estocada perpendicular (oreja); estocada perpendicular y dos descabellos (ovación). Plaza de Granada 11 de junio. Corrida de feria. Lleno.
Al final, los toros, que no engañan a nadie, se muestran como son, y los toreros sé enfadan a modo de justificación. Los únicos que tienen razón son los espectadores. No son muy exigentes, pero no admiten el fraude. Comen y beben de lo lindo a mitad de la corrida, pero vociferan como un solo hombre cuando la autoridad se empecina en no devolver al inválido cuarto. Pero el presidente aguanta y se lo toma como un asunto personal.
Regalar, pero no engañar
La plaza se llenó para ver a tres jóvenes figuras. Estaba dispuesta a regalar las orejas.... pero no se dejó engañar una vez más.Lo mejor y lo único que hizo Joselito, además de enfadarse, fue el estoconazo que propinó al primero de la tarde. Perdió la muleta en el envite, pero dictó una lección de cómo deben matar los toreros. Por lo demás, en ese toro, corto y soso, estuvo pesado y aburrido. En el cuarto, sólo pudo evidenciar su mal humor.
Litri tuvo mala suerte. Le tocó el mejor lote de la corrida y, en su caso, eso no es buena fortuna. De hecho, desaprovechó el mejor toro de la tarde, y arrancó una oreja del segundo a base de molinetes de rodilla. Pero torear, lo que se dice torear, muy poco. A pesar de que le trataron como a un ídolo, no emocionó en su primero hasta que miró a los tendidos y hacía como que toreaba. Se le fue el quinto, bravo en el caballo y encastado en la muleta, ante el que no supo qué hacer. Temeroso, dubitativo y descentrado, lo pitaron en distintas fases de su insulsa labor.
Enrique Ponce cortó una oreja a medio gas y se enfadó ante el deslucido sexto. En su primero, toreó con garbo a la verónica y, sin sudar la camiseta, emocionó con su personal estilo, aunque su faena careció de quietud y profundidad.
Babelia
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