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La otra existencia de ÁIvaro Mutis

Siruela inaugura su colección de bolsillo con la narrativa de Maqroll el Gaviero

Al borde de los 70 años, en el quicio de la celebridad, el colombiano Álvaro Mutis no lamenta nada. En particular, no lamenta que una larga vida de trabajo duro le mantuviera lejos del placer de escribir novelas, pues éstas, dice, no se hubieran podido producir sin aquélla. Y como demuestra la última, Tríptico de mar y tierra (Siruela), todas son en realidad episodios de una vida, la de Maqroll el Gaviero, que a su modo poético cuenta la que ha vivido en parte Mutis, y también, reconoce, la que hubiese querido vivir: la existencia de una especie de marino. apátrida, cuya historia comienza en el trópico, en la tierra intermedia del café. Como la de Mutis.

Presentar a Mutis a quien no le conozca no es fácil, pues Mutis es muchas cosas. A algunos, por ejemplo, les cuesta ver en él al novelista, pues para ellos es, sobre todo, el poeta: el que durante décadas desarrolló los apuntes que anotaba en su existencia de viajero como representante de dos multinacionales, una de petróleo y otra de cine. En los campos petrolíferos conoció a los hombres tiznados que pueblan sus novelas, y de Hollywood, por ejemplo, sacó esa imagen de una ciudad habitada por "gente semifrustrada, de nacionalidades muy diversas".Además del mejor amigo de García Márquez y mentor en la sombra de algunos jóvenes escritores, Mutis es un colombiano de una raza extinta: la de las antiguas familias de cultura afrancesada que han sido arrasadas por la llegada de los que los colombianos llaman emergentes. Monárquico legitimista -condición que él se toma muy en serio, aunque con fatalismo-, Mutis, autodidacto, pasa por ser una de las personas más cultas y a la vez con mejor conversación del continente. Desde hace varias décadas vive en México, aunque ahora, fascinado por la cultura francesa, que es "tan rica, tan vaga y a la vez tan precisa", acaricia la idea de hacerse con un aparta mento en París. Con el Premio Médicis hace unos años, Francia encabezó el descubrimiento europeo de Mutis. Siruela, última editora de sus libros en España, inaugura su colección de bolsillo con dos volúmenes: Empresas y tribulaciones de Maqroll el Gaviero, que recoge todas las historias del apátrida, y un tríptico con tres nuevos ángulos: la relación con el suicidio, con el arte y con la niñez.

Maqroll el Gaviero nació en 1947, en el tercer poema de Mutis, La oración de Maqroll el Gaviero, y sus padres fueron el deseo de contar la vida de un marino con cicatrices y la frustración de no poderlo contar en primera persona, que es la voz más frecuente de los poetas: "Yo sentía que no tenía la suficiente experiencia". Así nació también, probablemente, el tono narrativo de su poesía, tan predestinado a sus últimas obras, que desde muy pronto está compuesta a menudo de retazos de prosa poética unidos por el mismo personaje.

"Con el tiempo me fui pareciendo más a Maqroll", dice Mutis: pelo blanco, cejas grises, mirada brillante bajo dos rayas oscuras, temblor en las manos, voz de actor (lo fue de doblaje), risa fácil y agradecida. A tal punto están ya fundidos los dos que cuando hace poco recibió la noticia de que su obra va a ser traducida al turco, Mutis pensó: "Hombre, qué gusto le va a dar a Maqroll". Pues Maqroll habla en turco con Abdul Bashur.

Un espejo empañado

"Maqroll ha vivido cosas que yo he vivido sólo fragmentariamente", dice Mutis en uno de sus viajes más o menos anuales a Madrid. "Al principio era una imagen en un espejo empañado. Luego se fue cargando de hechos. Vivía cosas que yo sólo había vivido fragmentariamente, y luego cosas que yo hubiera querido vivir". Maqroll tiene, por ejemplo, la experiencia de navegar en un Tramp Steamer, algo que Mutis sólo pudo desear de lejos, cuando visitaba la central de su empresa en el río Misisipí.Al jubilarse pensó que se habían acabado los aviones y los hoteles. Poeta clandestino durante tantos anos, no sabía la existencia viajera de tenista que la industria cultural le tiene reservada a los novelistas en proceso de traducción. Ahora ya tiene que afinar en la elección de las múltiples invitaciones que le hacen para participar en congresos, ser jurado de concursos o lanzar libros. Antes tenía tiempo para sus amigos. Le preocupa comprobar que ya no tanto. "Me estoy quedando sólo con Maqroll", dice, no sin melancolía.

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