¡Qué lata de ruido!
Vecinos de Valdemorillo protestan por las molestias de una fábrica de envases
Burrum, cla-cla, pom-pon. José Portugal y su mujer, María del Carmen, tienen bien catalogados el ruido y sus variedades: lo escuchan. desde hace 16 años en su chalé de Valdemorillo. No hay día ni noche: el estruendo de la fábrica de latas para refrescos situada frente a su casa es continuo 24 horas al día. Cada jornada, la factoría produce tres millones de envases. Desde hace dos años, la Agencia de Medio Ambiente ha exigido la reducción de los ruidos hasta el máxime, permitido (35 decibelios). Pero la empresa francesa National Can. Ibérica (Pechiney) se demora en cumplir la orden.
José Portugal, catedrático de Medicina, de 57 años, y su mujer sólo disfrutan de su finca en las fiestas de Nochebuena, Nochevieja y 1 de mayo. El resto del año no pueden sentarse en el jardín y duermen con dificultad, a pesar del doble acristalamiento de las ventanas. La "tortura" viene del otro lado de la carretera de Valdemorillo a Colmenarejo.
"Cuando se construyó la casa, hace 30 años, esto era un paraíso. Desde que se levantó la fábrica, hace 16, es un infierno", resume la pareja. "En verano es todavía peor: no se puede abrir la ventana. Además, no dejan de pasar camiones". El doctor Portugal ya es experto en neurosis obsesiva. "Yo no pido que cierren y dejen a la gente sin trabajo. Sólo ruego que dejen de hacer ruido", dice exasperado.
Mariano Gamella, alcalde popular de Valdemorillo (3.300 habitantes) reconoce las molestias, pero no ve soluciones. "De verdad, la fábrica molesta a la media docena de vecinos que están al lado, pero eso no le quita, envergadura al problema", dice. En cambio, Rueda cifra los afectados en "unos 50". No son sólo, los ruidos, también están los olores que esparce la fábrica.
El regidor confía en la "buena voluntad" de National Can: "Ya, han invertido en mejoras, aunque no sé si lo suficiente". El alcalde tampoco olvida algo trascendental para este pueblo de pocos recursos situado a 40 kilómetros de Madrid: los 150 puestos de trabajo. "Coarta un poco que dé tanto empleo", reconoce. La empresa dispone de licencia.
Expediente sancionador
Con todo, el primer edil echa la pelota al tejado del Gobierno regional, a la Agencia de Medio Ambiente (AMA). En esta dependencia, el jefe del Servicio de Disciplina Medioambiental, Andrés Sánchez, asegura que la empresa tiene abierto un expediente sancionador "desde hace dos años". Sin embargo, a este periódico le consta otra reclamación anterior, de 1989.
En toda su gestión, la Agencia no olvida que "están en juego muchos puestos de trabajo". Este argumento también lo maneja la empresa, que ha recibido ofertas de la Administración regional para trasladarse. El director técnico de la fábrica, Mario Martín, asegura que ya se han realizado mejoras, corno la instalación de pantallas acústicas.
Según la Agencia, la empresa está adecuando ya sus instalaciones, aunque con retraso. A finales de este año debería haber invertido unos 300 millones de pesetas en mejoras. El ruido se rebajará, pero no desaparecerá. El director técnico asegura que la factoría -la mayor de España en el sector- ya cumple la legislación y que, aún así, está previsto reducir los olores con un incinerador catalítico y disminuir los ruidos con un mayor aislamiento de la maquinaria.
Los vecinos afectados son escépticos. Llevan tres lustros de ruido por una planta que ha cambiado varias veces de propietario. Tampoco confían en la misiva que les dirigió el presidente de la multinacional francesa Pechiney, Jean Gandois, el pasado septiembre. Anunciaba una inversión para 1993 de tres millones de francos (más de 60 millones de pesetas) "sólo para el control de ruidos".
En la fábrica hay preocupación. Los 300 millones de inversión requerida es una cifra muy elevada. La adecuación supone cambiar el sistema de producción, y esto exige echar números para calcular qué es más rentable: silenciar o cerrar.
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