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"No pasaba nada, pero todo estaba dispuesto para el odio"

Turcos nacidos en el país al que emigraron sus padres se sienten aborrecidos por sus vecinos

Un centenar de jóvenes turcos, con el torso desnudo, cantaban canciones guerreras congregados en torno a una gran hoguera frente a la casa destruida de Solingen. El fuego se iba alimentando con las camisas o camisetas que lanzaban los recién llegados sobre las llamas en señal de duelo. Entre canción y canción una voz gritaba:¡Alá!" , a lo que seguía, como un rugido: "¡Alá Akbar!" ("¡Dios es grande!"). El gentío de la calle contrastaba fuertemente con las ventanas cerradas de las casas colindantes. Los vecinos, casi todos ale manes, no se dejaban ver.

Junto a los ramos de flores depositados frente a la puerta ennegrecida de la casa donde cinco de los suyos murieron abrasados, alguien había colocado un gran letrero que, decía: "¿Por qué los turcos?". El atentado del sábado parece especialmente dirigido a recordar a la comunidad turca de Alemania que ella, y no otra, es el principal enemigo de quienes quieren intentar de nuevo regenerar la raza y limpiar el país de extranjeros degenerados. "Fuera nazis", gritaba un grupo de jóvenes sudorosos frente a la hoguera."Son canciones fascistas", explicaba Yilmaz Azi refiriéndose a los cantos frente al fuego, "como las que cantan los Lobos Grises [el movimiento ultranacionalista turco]. No se dan cuenta de que responden con las mismas ideas que los neonazis. Pero, ¿quién puede recriminárselo?". Entrando como un huracán en la conversación, su hermana Fatima explica.: "No saben lo que dicen. Ellos, como yo, son alemanes, nacidos en Alemania, criados aquí. Cuando vamos a Turquía, pese a que nuestros padres nos han inculcado que somos turcos, y así nos sentimos en parte, allí nos toman por extranjeros, se ríen de nuestro acento y de nuestras costumbres. Somos extranjeros en todas partes".

"¿Ha visto usted algún periodista turco, o alguien de la televisión turca?", pregunta Yilmaz. "No han aparecido por aquí", se responde, "pero, sin embargo, si que estaban hoy [el sábado] en la manifestación de los kurdos en Bonn". Un tercer joven, que porta una enorme bandera turca, se suma a la conversación para quejarse amargamente del apoyo que da Occidente a los "terroristas" kurdos y de la situación de desamparo en que se encuentran ellos. Una mujer de mediana edad, con la típica gabardina por debajo de las rodillas y el pañuelo cubriéndole la cabeza, mira fijamente la casa renegrida con los ojos humedecidos pero sin decir palabra. "Tengo miedo de volver a casa", explica su marido, "nos puede pasar a nosotros".

Todos quieren decir algo. Todos miran de vez en cuando hacia arriba, hacia las ventanas cerradas tras las que se ocultan los vecinos, mayoritariamente alemanes de clase media. "Ya lo ve", explica Yilmaz, "esta vieja casa era la única habitada por turcos en este barrio de pisos nuevos. No los querían, les molestaban". "Yo no digo que fueran ellos", añade, "pero el racismo estaba presente". En torno a la hoguera los rumores se multiplican, y se recuerda el incendio del Centro Cultural Turco y de la mezquita hace sólo un mes. "Parecía que no pasaba nada", explica la hermana de Yilmaz, "pero todo estaba dispuesto para el odio".Contra los extranjeros

En esa noche del sábado y madrugada del domingo, frente a la hoguera y ante los restos de la vivienda, era evidente que algo se ha roto entre la comunidad turca y Alemania. Ya nadie puede alegar que el problema de la xenofobia y el racismo en Alemania se debe al flujo de supuestos refugiados políticos que se hacinan en albergues del Gobierno. La cadena puesta en marcha por los vándalos neonazis está dirigida contra los extranjeros en general, contra gentes, como los niños muertos la madrugada del sábado, que ha nacido en Alemania y no conocen, otra cosa que este país, pero que no comparte, al cien por cien, las pautas sociales y étnicas.

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En Alemania viven oficialmente algo más de 1,8 millones de turcos. La cifra no es del todo fiable, probablemente sean más. Pero, al mismo tiempo, esta cifra incluye también a los kurdos, dos comunidades que, generalmente, no se mezclan. En cualquier caso son la comunidad extranjera mayor del país. Pero es muy difícil establecer un estereotipo de esta comunidad. En Berlín, por ejemplo, se sienten fuertes, los jóvenes se juntan en tribus urbanas y organizan unidades de autodefensa. En otras ciudades, como Colonia, son un grupo económicamente poderoso, que controla negocios y propiedades.

En la zona del Ruhr, donde se encuentra Solingen -junto a Zwilingen, famosa por sus cuchillos- su presencia se remonta a los primeros años de la posguerra, cuando llegaron, junto con españoles, italianos y portugueses, para trabajar en las acerías y en la industria del metal. Unos 60.000 turcos viven entre Solingen y la vecina Wuppertal. Pero esta zona, la más poblada de Europa y el corazón industrial de Alemania, está ahora en decadencia. La industria del acero tiene previsto reducir este año 40.000 puestos de trabajo.

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