Vicios privados, públicas virtudes
La prensa alemana ha empezado a romper uno de los tabúes más sólidos de esta sociedad puritana y jerarquizada, donde el respeto a la autoridad, sea cual sea, ha sido siempre algo sagrado y donde se aplicaba a rajatabla el principio de vicios privados y virtudes públicas. Los medios de comunicación ya no se limitan a dirigir su mirada sobre las múltiples corruptelas que surgen por doquier, sino que empiezan a mirar también, por el ojo de la cerradura, lo que pasa en la alcoba.El rumor, en los aledaños del barrio gubernamental de Bonn, de que el matrimonio formado por Helmut y Hannelore Kohl no funcionaba todo lo bien que debía viene de lejos. Pero hace unas semanas, el semanario Bunte se atrevió a publicarlo, añadiendo que el canciller y su esposa hace ya tiempo que no "comparten la intimidad conyugal", y que el corazón del jefe del Gobierno se encuentra en cancillería, más concretamente junto a una de sus ayudantes.
Kohl no ha sido el único de quien se han aireado sus intimidades sentimentales. Al propio ministro de Hacienda, el bávaro Theo Waigel, separado recientemente de su mujer, se le atribuye una notoria amante, razón por la que fue sutilmente descalificado por el arzobispo de Múnich para ocupar el puesto de primer ministro de Baviera. La propia Bunte hizo públicas las desavenencias del dimitido líder socialdemócrata Björn Engholm y su esposa, y aseguró que la ministra de la Vivienda, la liberal Irmagard Schwïtzer, es la "esclava sexual" de su nuevo marido, el conocido presentador de televisión Udo Philips.
Quién manda
Los políticos alemanes han empezado a sentirse incómodos. Les preocupa el deterioro de su imagen pública. El pasado miércoles varios miles de jóvenes intentaron bloquear el Parlamento en Bonn para impedir que los diputados votaran el cambio del derecho de asilo. Algunos representantes del pueblo fueron levemente empujados y muchos de ellos tuvieron que llegar al Bundestag cruzando el río en helicóptero. La sesión parlamentaria transcurrió sin incidentes y los manifestantes fueron mantenidos a distancia. Pero, significativamente, al día siguiente un considerable número de diputados democristianos criticó la impecable actuación de la policía porque no les había abierto paso a la fuerza.
No es de extrañar que los jueces de Karlsruhe, con sus togas cardenalicias, se hayan puesto a gobernar. Ahora tienen en sus manos el proyecto de unión europea y dejarán que Kohl asista a la próxima cumbre comunitaria emparejado con John Major como los dos líderes de los únicos países que no han ratificado el Tratado de Maastricht. El viernes se cargaron la nueva regulación del aborto, atendiendo a la petición de un puñado de diputados rebeldes. Y si esto sucede en el campo de la política, en el de la economía está claro que quien decide es el Bundesbank.
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