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El Neretva de la locura

Las tropas españolas vigilan el alto el fuego entre croatas y musulmanes

ENVIADA ESPECIAL El río Neretva nace en la Herzegovina oriental. Atraviesa territorio serbio, corredores musulmanes, dominios croatas y desemboca en el Adriático. El valle ofrece ahora una atípica lección de geografía: ya no importa el caudal del río, los cultivos, la altura de las montañas o las actividades de la población. El Neretva atraviesa ahora el microcosmos de la locura en que se ha convertido Bosnia-Herzegovina. A pesar de ello, sus plácidas aguas siguen siendo de color esmeralda. Desde Jablanica hasta Dracevo, los cascos azules españoles recorren el valle para poner en marcha el alto el fuego firmado por croatas y musulmanes que debía concluir con la constitución de gobiernos mixtos en las provincias más conflictivas.

Los mandos españoles mantienen constantes reuniones con el jefe militar del Consejo para la Defensa Croata (HVO), Milivoj Petkovic, y el jefe del Ejército de Bosnia (BIH), el musulmán Sefer Halilovic, a los que acompañan hasta los lugares más recónditos del valle para que insten directamente a sus hombres a cumplir las condiciones del acuerdo: alto el fuego, libertad de movimiento para los civiles, las fuerzas de la ONU y las organizaciones humanitarias e intercambio de los prisioneros.La comunicación entre los cuarteles generales del HVO y del BIH en Mostar ha quedado restablecida y Petkovic pasa últimamente más tiempo con Halilovic que con su señora. A pesar de todo, siempre se da un paso adelante y dos atrás.

En la zona de Jablanica, hasta donde llegaron el jueves los jefes militares, los cascos azules españoles pudieron recorrer los enclaves croatas asediados por el Ejército bosnio y lograron llegar hasta Konjic por primera vez en varias semanas. La zona está muy castigada. Algunas bolsas croatas, como Vrci, donde viven ahora unas 200 personas, están a punto de caer. Ayer mismo sin embargo, las milicias musulmanas cortaron de nuevo el paso a las patrullas en la localidad de Ostrozac. Unos kilómetros más adelante se habían producido disparos de artillería entre los. dos bandos. Los cadáveres de 23 milicianos croatas se secaban al sol.

Barrios de pesadilla

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Siguiendo el curso del Neretva, a unos 50 kilómetros al sur, un grupo de milicianos del HVO descansa a la sombra de un cañón antiaéreo, en una de las colinas que rodea Mostar. "Todo está tranquilo. Sólo los francotiradores disparan", comenta uno de ellos. Horas más tarde, el grupo ejercita su puntería. El obetivo es un rascacielos blanco del sector musulmán. Los recodos de la carretera por la que se accede a la parte croata están sembrados de casquillos.

A pesar de todo, reina aún en la ciudad "una calma relativa" que ha permitido que los heridos hayan podido ser trasladados a los centros sanitarios, que comience la recogida de cadáveres y que varios grupos de civiles escoltados por los cascos azules españoles hayan cruzado de un sector a otro a pie por el puente Tito. Los barrios situados junto al río, antaño musulmanes, se han convertido en una pesadilla. Las calles son una alfombra de casquillos, piedras, hierros retorcidos y cristales. De las casas y las mezquitas sólo quedan cimientos carbonizados. Grupos del HVO han tomado posesión de la zona, como señores de la muerte.

En el sector croata, en la margen occidental del río, los jardines se han llenado de niños. En parques pequeños, porque en los grandes hay algunas minas. Por las calles circulan más coches de lo habitual, aunque en las encrucijadas de caminos nadie se detiene para no dar oportunidades a los francotiradores.

La zona musulmana, al Este, sigue siendo la más castigada. El sábado, una granada de mortero que cayó junto al cuartel general del Ejército bosnio puso en fuga a una "comisión de buena voluntad" de turcos y croatas que se había presentado allí. La gente se ha acostumbrado a andar pegada a las paredes y acelerar el paso cuando cruzan una calle, pero lo hacen con naturalidad, sin cambiar el gesto. Sencillamente caminan al trote.

El río Neretva deja Mostar y sigue su camino hacia el Sur, por tierras ya de la República de Croacia. A partir de aquí ya no hay guerra. Sólo numerosos puentes destruidos que se ahogan en sus aguas. Pero no debe confiarse. A 30 kilómetros en dirección hacia el Este, en paralelo con su curso, las fuerzas de los milicianos serbios, apostadas en las montañas cercanas, vigilan su recorrido.

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