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Tokio se juega su prestigio en Camboya

Los japoneses de la ONU temen ataques de 'Jemeres' mientras se aplazan los comicios

Juan Jesús Aznárez

El Consejo de Seguridad de la ONU aplazó ayer las elecciones generales en Camboya del 23 al 28 de mayo, y advirtió que "actuará de manera apropiada si alguna de las partes no respeta sus obligaciones". El primer contingente militar despachado por Japón al exterior desde la Il Guerra Mundial fortifica ahora sus posiciones, al temerse un ataque de los jemeres rojos durante las elecciones generales que comienzan el domingo. A 90 kilómetros al sur de Plinom Penh, el Gobierno de Tokio se juega mucho de su credibilidad internacional.

El total de periodistas acreditados ante la UNTAC (autoridad provisional de la ONU en Camboya) es de 1.400, de los que 700, son japoneses: uno por cada integrante del batallón de ingenieros que asfalta caminos o repara puentes en el sur de un país en vísperas de sus primeras elecciones, tras una guerra civil de 13 años.La unidad fue establecida en una provincia menos conflictiva que las demás para evitar su hostigamiento. Sin embargo, la muerte de un policía nipón en una emboscada de la guerrilla maoísta y la reacción de algunos ministros y políticos japoneses, que pidieron la retirada del batallón o un trato de favor para sus efectivos policiales y observadores, ha generado dudas sobre la posibilidad de que el liderazgo económico de Tokio pueda ser alcanzado por el político.

Un papel político

"El envío de los militares tuvo como objetivo avanzar hacia un papel mucho más predominante de Japón en la esfera internacional, pero el resultado puede ser contraproducente", estima Ako Washio, periodista del diario Japan Times.

La ventaja económica nipona es visible en las instalaciones de Takeo, rodeadas por gentes que viven y se alimentan como hace siglos, de niños que se bañan en aguas muertas y de comerciantes ajenos a la loca prosperidad de Phnom Perili. Ninguno de los países participantes en una operación de 22.000 hombres y 2.000 millones de dólares dispone de las comodidades observadas en esta base: duchas y bañeras de agua caliente, supermercado, cafetería refrigerada, espaciosas tiendas de campana con vídeo y whisky, cincuenta generadores, tebeos, revistas, libros y los dos principales periódicos nacionales recibidos vía satélite.

Los ventiladores sustituyen al aire acondicionado en carpas de 20 literas. El sargento primero Kouchi, que declara una soldada diaria de 17.000 pesetas al cambio, reconoce que no todos en el batallón están felices en un destino que resulta más complicado y peligroso de lo previsto. "Desde el pasado domingo no salimos del campamento y, cuando lo hacemos, es obligatorio el chaleco antibalas".

El calor se acerca a los 40 grados en Takeo, y es la hora del almuerzo. "Parte de la comida la traemos de Japón, pero la mayor parte es de aquí".

El sargento Kouchi y otro suboficial intérprete se muestran relajados en una sala adornada con fotografías históricas y otras de miembros de las diferentes compañías. "Contamos con el apoyo de nuestra sociedad. Esto es muy importante para nosotros. Japón es rico y debe ayudar a los deniás". Los ingeniero! han levantado cuatro torres de observación y trincheras con sacos terreros en previsión de que se desencadenen nuevos ataques.

"Tenemos un fusil que podemos utilizar en defensa propia". Los dos mandos saben que sus fuerzas gozan de pocas simpatías en el Asia que arrasó el Ejército imperial a principios de siglo y durante la II Guerra Mundial. "Espero que nuestros vecinos comprendan que la situación ha cambiado y no venimos a Camboya a luchar contra nadie, sino a colaborar en lo posible".

La reacción japonesa a la muerte de uno de sus observadores y del policía ametrallado en el norte, hizo temer una retirada del contingente. Respondiendo a las órdenes de Tokio más que a las de sus jefes directos en la UNTAC, muchos de sus policías se replegaron a la capital.

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