Manzanares sale a hombros por la puerta grande
José Mari Manzanares salió a hombros por la puerta grande. Noticia sensacional. Hacía 15 años que no se producía semejante acontecimiento. No en el coso de Las Ventas -que ha conocido el triunfo de numerosos diestros de toda clase y condición- sino en el historial del propio torero. Al hombre se le veía feliz cuando le llevaban en volandas por el ruedo y, sobre todo, cuando se abrió la puerta de Madrid, solemne donde las haya, y embocó por ella, sonriente, emocionado, saludando montera en mano.La plaza se rompía las manos de aplaudir. No toda: diversos sectores de aficionados protestaban del triunfalismo que se había desatado en el coso venteño. Y no les faltaba razón. Las dos orejas que cortó Manzanares, la salida a hombros por la puerta grande, no sólo premiaban con exceso una faena que incluyó momentos de inusual belleza junto a otros de innecesarios alivios con un toro inválido dulce como un bombón. Eran, a la vez, el desquite del público habitual de la isidrada, que tiene convertldo a Manzanares en su torero emblemático y llevaba también 15 años esperando que diera motivos para justificar su irrenunciable militancia manzanarista.
González / Manzanares, Cepeda, Sánchez
Cuatro toros de Manolo González (dos fueron rechazados en el reconocimiento) y 11 y 4 de González Sánchez-Dalp, bien presentados y encastados; 4º, pastueño total, sospechosísimo de pitones e inválido, como el 6º.José Mari Manzanares: bajonazo (división); estocada tirando la muleta (dos orejas); salió a hombros por la puerta grande. Fernando Cepeda: pinchazo hondo ladeado a toro arrancado perdiendo la muleta, pinchazo y estocada trasera (pitos); pinchazo pescuecero, dos pinchazos, estocada corta y rueda de peones (silencio). Manolo Sánchez, que confirmó la alternativa: media estocada baja, rueda de peones y dos descabellos (silencio); pinchazo saliendo cogido y bajonazo (ovación y saludos); pasó a la enfermería. Enfermería: el diestro Manolo Sánchez fue asistido de cornada grave; el banderillero Santiponce, cogido porel 5% de cornada menos grave. Plaza de Las Ventas, 12 de marzo. Quinta corrida de feria. Lleno.
El empeño de ese público en que triunfara Manzanares fue total, desde que se abrió de capa. En su primera faena, movida, escasamente templada, con abuso de pico y sin propósito alguno de ligazón, le aclamó todos los pases. Si buenos, malos o regulares nada importaba para que atronaran los olés, y al rematar las tandas, se desbordara en ovaciones. Quizá por eso cuando en el cuarto toro Manzanares interpretó con hondura las mejores suertes del toreo, aquello se convirtió en un delirio. A la faena le faltó unidad, atravesó momentos de crispación y escaso temple, pero hubo en ella pasajes verdaderamente exquisitos. Tres muletazos en redondo y otros tres al natural de sendas tandas perfectamente ligadas, fueron la pura recreación del arte de torear y aún añadió el diestro algún ayudado de añeja estampa, a manera de rúbrica antes de perfilar el volapié y cobrar un hábil estoconazo de efectos rápidos.
A la faena le faltó ajuste, en general y, principalmente, le faltó toro. Había sido protestado primero por sus astas sospechosamente cornicortas y romas, luego por su invalidez. El toro se estuvo desplomando continuamente durante los primeros tercios, cayó varias veces en el último, embisitió con una boyantía infinita, y estos eran factores muy a tener en cuenta, si se trataba de valorar los merecimientos del diestro. Fue, en realidad, lo que hicieron muchos aficionados, aunque sus opiniones quedaron ahogadas por el júbilo y el clamor del resto de la plaza.
De todos modos Manzanares dio una lección de entereza y genio torero, principalmente a sus compañeros de terna. Porque su toro resultó fácil, es cierto, mas hubo otros nobles en la arena, que se fueron al desolladero con las orejas puestas. El veterano se comportó como un novel hambriento de triunfo, mientras los jóvenes espadas daban la sensación de que coleccionan cortijos. Fernando Cepeda se afligió con un toro de encastada nobleza y a otro, que corneó en la brega al peón Santiponce y llegó aplomado a la muleta, se limitó a intentarle el derechazo, y pues no lo tomaba, resolvió abreviar. Fincas de regadío le deben de sobrar, a estas alturas de su carrera, o no se entiende tanta conformidad.
Manolo Sánchez, por su parte, exhibió el buen estilo que atesora, si bien tampoco rompió a torear para erigirse en triunfador indiscutible en tarde tan importante como la de su alternativa. Un toro de casta agresiva le desbordó, y al pastueño lidiado en sexto lugar no supo sacarle partido. Podría parecer excesivo exigirle mayor entrega, teniendo en cuenta que acabó su actuación con una cornada grave, pero al producirse el percance, ya había resuelto su faena sin mayores relieves. A ese último toro le instrumentó demasiados derechazos -varios de finísima factura-, y naturales, sólo dio uno. No es esa la manera de cortar las orejas y salir por la puerta grande. Y menos aún cuando antes un diestro veterano había tenido el gusto de esmerarse, convirtiendo la plaza en un delirio.
Babelia
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