"¿Soy tan bueno como mi padre?"
Y se produjo el encuentro esperado entre Antonio Ordóñez y Hemingway. Y el rondeño se soltó como un comprometedor "¿soy tan bueno como padre?", según Antonio Abad. Esto es, el asunto de siempre, las estirpes toreras. Ordóñez el Nobel americano y el trasunto del Niño de la Palma, al abordaje de las dinastías, la garantía de permanencia de los linajes, taurinos.Hasta once toreros del cartel de este San Isidro tienen progenitor con la misma profesión en su deneí, siete tienen hermanos también matadores de toros, pero tanto aficionados como protagonistas de este espectáculo no se ponen del todo de acuerdo acerca de la bondad del mantenimiento de este árbol genealógico taurino.
El escritor y aficionado Eduardo de Palacio lanzó, al respecto, la siguiente carga de ironía: "Un solo tronco da distintos frutos. Fijaos en la madre de los Molina: unas veces dice ahí va la flor de la torería y nos obsequia con Rafael (Lagartijo). Pero a lo mejor se le ocurre soltarnos un baúl mundo y va y pare a Manolo". Frascuelo apoya en lo que puede y le dice en cierta ocasión a su gran rival Lagartijo: "No tengas dudas, los mejores matadores, tú y yo, y los peores, tu hermano Manolo y mi hermano Paco".
"Ya me puedo morir..."
Claro que no siempre se dieron tantos reproches en una misma familia taurina. El 5 de septiembre de 1964, Manuel Mejías Rapela, El Papa Negro, tras ver una faena cumbre de su hijo Antonio Bienvenida en San Sebastián de los Reyes, sentenció con un "ya me puedo morir tranquilo", lo que sucedió 29 días después.
0 la confianza de Fernando Gómez, El Gallo, en su hijo mayor, al decir de José Luis Suárez-Guanes: "Si yo falto algún día, mientras que Rafael tenga un capote en la mano no os faltará de comer". Nada comparable, por cierto, a la oposición brutalmente manifestada por Manuel Lucas Blanco ante las ganas de ser torero de su hijo Juan, en los años treinta del siglo pasado, tal y como lo cuenta Carlos Abella, cuando dijo: "Prefiero verte muerto a verte bregar por esas plazas".
Curro Cúchares tampoco se andaba a la zaga en cuanto a latigazos de mordacidad. Su hijo, Currillo, un buen espada, tuvo que soportar con estoicismo la siguiente chanza: "Pero, hijo mío, cómo no te va a coger el toro si vas vestido de muleta", a propósito de un temo grana que estrenó la víctima. Y así se está, no siempre los hijos de los gatos llegan a ser mininos, pero está bien que lo intenten.
Babelia
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