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Crítica:ARTES
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Suntuoso manierismo

Probablemente no haya algo más difícil para un artista que tener que reconsiderar y reconstruir, en plena madurez, una trayectoria personal perfectamente encarrilada y acreditada. Pues bien, esto es lo que le ocurrió a Manolo Valdés (Valencia, 1942), miembro del extinto Equipo Crónica, cuando, hace ahora doce años, murió su colega Rafael Solbes, y debió continuar él solo lo que ambos habían estado realizando conjuntamente durante más de 25 años.Me parece oportuno recordar este hecho traumático ahora que presenta Manolo Valdés una amplia y ambiciosa muestra individual en la sede madrileña de Marlborough, porque recoge y refleja el esfuerzo que este artista ha hecho por remontar la situación prácticamente desde el día siguiente de la desaparición del Equipo Crónica, sin dejarse tentar por la posición acomodaticia de prolongar indefinidamente una ya bien internacionalmente consolidada marca registrada.

Manolo Valdés

Galería Marlborough. Orfila, 5, Madrid. Hasta el 12 de junio.

De hecho, esta exposición actual viene a confirmar lo que Manolo Valdés emprendió como camino artístico personal durante todos estos años: su pasión por la materia, cuya virtuosa manipulación artesana y refinadas calidades han ido progresivamente devorando la imagen, y, en general, ese discurso icónico característico del Equipo. Es cierto que perseveran residuos de fragmentos icónicos de obras maestras del pasado histórico, así como, cuando se trata de la obra gráfica, que en ella también pervive la tensión cruzada de elementos de vanguardia ornando esos mismos iconos artísticos tradicionales, pero son como espectros semienterrados que parecen haber perdido toda relación conceptual, en efecto, con lo anterior del Equipo.

Aun considerando que quizá sea algo prematuro para pronunciarse críticamente sobre este nuevo camino emprendido por Valdés, sí creo que se puede apuntar que su enfrascamiento gustoso en las materias broncas, los abigarrados empastes, las texturas y una espesa gestualidad -rasgos todos ellos, por otra parte, muy del informalismo español- puede escorar hacia el amaneramiento formal, tanto más cuanto Manolo Valdés ha demostrado una sobresaliente capacidad para moverse con habilidad técnica y sofisticada elegancia en este rumbo. De esta manera, las imágenes del arte del pasado se comportan como plantillas o moldes para el cobijo de una nueva suntuosidad; algo así como si lo que antes buscaba nuestra complicidad intelectual, atizando nuestro sentido crítico respecto a la estereotipación congelada del prestigio histórico, ahora se conformase con excitar confortablemente nuestros sentidos, al tiempo que una calidad actualizada avala redundantemente las consagradas calidades de antaño.

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