Dragones en la Legión
A. A., Juan empezó a ver dragones en el Sáhara, en la Legión. De eso hace 20 años. Luego, sus huesos dieron en varios psiquiátricos, en un club de alterne donde hacía de chico para todo y, por supuesto, en la calle, por donde iba hecho una pena. Hoy es un señor pulcro, de chaqueta de hilo y solapa con la insignia del Tercio, obsesionado por repetir eso de 1o importante es ayudarte tú, entrenarte en las habilidades sociales". Una expresión que aprendió de unas psicólogas que encontró en uno de los manicomios. Es solícito y amable, pero se confiesa más chulo que un ocho.
Juan está a punto de entrar en un piso que empezará a funcionar dentro de un mes y en el que vivirán cinco hombres. De momento, se las apaña con 33.000 pesetas al mes -cobra el Ingreso Madrileño de Integración- y en el programa le pagan el habitación en una pensión del centro.
"Así estaba yo"
Uno de sus compañeros será Nicolás, un nombre supuesto para hablar de un cincuentón de manos recias, que se peleó los garbanzos en la mina y también, casualidades, en. la Legión. Nicolás bebe bitter, pero el alcohol ha agravado su esquizofrenia aguda, que cumple ahora los 20 años. Él entra y sale del albergue desde el año 1981 y es de los que ha vivido debajo de los puentes, peleándose con las voces que dentro de su cabeza le colmaban de insultos y vagando, insomne por las noches. Tras el bitter, Nicolás sube al albergue de San Isidro, donde vive, dando caladas al pitillo. Mira de reojo a dos vagabundos jóvenes y sucios que han instalado sus chismes en un banco. "Mira, así estaba yo, lo único que iba un poco más limpio". Juan, que le acompaña, musita: "SI es que...".
Ahora Nicolás toma puntualmente la medicación, visita a su psiquiatra y se entrena para los cambios que vendrán: reuniones para conocerse los cinco hombres, donde se ponen las condiciones: el programa paga el piso, el teléfono, la luz y el gas. Ellos deberán seguir las prescripciones del psiquiatra, limpiar, cocinar y hacer la compra, no deberán agredirse ni probar el alcohol. Un psicólogo y un monitor velarán por ellos, para tomarles de la mano y llevarles hacia la independencia pasito a pasito.
A Nicolás se le ve un poco más reticente que a Juan, que está dispuesto, incluso, a aprender a cocinar. Pero es que está muy ocupado, cuando los dolores de cabeza le dejan, en escribir la historia de Navel, el tercer hijo de Caín. "Y eso", dice él, "tiene mucho que ver con el origen de los negros".
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