EL Calabobos
Hizo tanto gasto el sol cociendo aficionados por la mañana, que perdió fuerza, y por la tarde ya estaban las nubes armando alborotono por sobre los tendillos de la Maestranza. O sea, que llovió. Llovió agua mansa, persistente poco antes de empezar la corrida, a intervalos después, con mayor fuerza cuando saltó el quinto toro a la arena. Era el sirimiri que llaman, o txirimiri, también conocido por calabobos. Había en el tendido un espectador que anunciaba la llegada del meteoro una fracción de segundo antes de caer la primera gota: "¡Agua va!". Y el resto de los espectadores, al oir la voz de alarma, se apresuraba a ponerse los impermeables y abrir los paraguas.Se monta tal revuelo en los tendidos cuando rompe a llover, que parece el bombardeo de Guernica. Y como en esta corrida rompió a llover muchas veces, el bombardeo se estuvo reproduciendo toda la tarde. Los más previsores no se quitaron los impermeables -gente lista- aunque quienes acertaron fueron los que se marcharon a la feria. Porque la corrida resultó de un absoluto deslucimiento.
Benítez / Mora, Pareja, Cordobés
Cuatro toros de José Benitez Cubero (uno rechazado en el reconocimiento, otro devuelto por inválido); 1º y 5º (sobrero), de Hermanos Benítez Cubero Buendía: bien presentados, flojos, varios inválidos; inciertos y de feo estilo. Juan Mora: pinchazo hondo, estocada y rueda de peones (algunas palmas); tres pinchazos y estocada caída (algunas palmas). Martin Pareja Obregón: dos pinchazos y estocada delantera (silencio); dos pinchazos y estocada corta (pitos).El Cordobés: dos pinchazos y estocada delantera (ovación y estocada baja (ovación y saludos). Plaza de la Maestranza, 1 de mayo (tarde) la corrida de feria. Cerca del lleno.
Los toros tuvieron la culpa esta vez. De media arrancada, topones, inciertos y algunos con su puntito de bronquedad, resultaron difíciles. Ni uno dio dos embestidas seguidas con mediana boyantía, y el único noble -el sexto- tampoco, pues estaba inválido y se derrumbaba encada pase.
Juan Mora estuvo valiente con estos toros de peligro sordo; El Cordobés, voluntarioso, y Martín Pareja Obregón, precavido. Los toreros de arte, ya se sabe. Nadie debería exigirles jugarse la piel a los toreros de arte -o, al menos, eso reivindican ellos- y Martín Pareja Obregón pretende militar cómodamente en esa categoría. Pero como el arte sólo se le supone y el valor se le desconoce, quizá no encuentre encaje ni entre los toreros artistas, ni entre los otros, lo cual le puede relegar a la cola del escalafón.
La valentía demostrada por Juan Mora fue muy auténtica y muy torera. Los parones, las coladas, los topetazos y los derrotes de sus toros no le arredraron y porfió suertes diversas sin des-mayo, consintió lo indecible, apuró hasta la última posibilidad de domeñar las embestidas. En las postrimerías de su segunda faena pudo ligar tres redondos, que provocaron los debidos olés. Parco fruto a su esfuerzo, es verdad, mas la afición reco.noció su arte y sus méritos.
El sucedáneo Cordobés salió imitando a El Cordobés genuíno, y esto ofendía tanto a la lógica como al buen gusto. La fiesta actual va por distintos derroteros a la que imperó en la década loca de los años 60. El toreo bufo ya no se lleva; y, además, la imitación era tan evidente, que se convertía en parodia. En cambio, cuando intentó torear por lo serio, se le advirtió una ortodoxia interpretativa que, sin duda, conoce bien. La bronquedad de un toro y la invalidez de otro le impidieron redondear faenas. Y la afición impermeabilizada (o, en su defecto, calada), aplazó a más propicia y enjuta oportunidad la manifestación de su sabio Juicio sobre el excéntrico diestro.
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