Sorpresas tras la regla
La obra de Carmen Werner la hace despegar definitivamente y situarse en un nivel de producción más elevado. Pan de lágrimas son unos maitines con morbo, unas vísperas con marcha que conforman un buen espectáculo con la eficaz música en directo combinada fluidamente con grabaciones originales; luces, trajes y escenografía son entonados y correctos. Grandes atriles sostienen los cantorales y se convierten en un plano inclinado por el que ruedan grandes pergaminos atados que pueden ser legajos procesales: la memoria, y el cuerpo martirizado de los frailes. Ese acto de descender al averno, tan ligado a la simbología medieval, da pie a una de las mejores secuencias del montaje. Caer y caer montones de paja del suelo, una huida del frío secular, de la prisión interior. El demonio llega con actos desesperados, da avisos con la luz y el repique en la mejor tradición gótica. Hay un filme que es cita obligada: Madre Juana de los Ángeles (Kavalerovich, 1961).La coreografía tiene algunos problemas de base, pues hay lugares comunes, citas demasiado evidentes (el cilicio, la persignación, la oratio) que debilitan la particularidad del lenguaje. El baile debió ser más arriesgado y provocador, de más contraste entre el goce de la carne y la persecución del éxtasis. El tema es atrayente y difícil. Tres hombres y dos mujeres comparten hábito y tonsura, creando un terreno ambiguo que evoca de entrada una tradición de lo que realmente sucedía de puertas adentro después que se apagaban las lámparas de aceite, de una represión que ha dejado abundante literatura. Santo Tomás de Aquino estaba tan obsesionado con este asunto que en la Summa theologiae cada dos por tres está dale que te pego con lo de los vicios contra natura.
Provisional Danza
Pan de lágrimas. Coreografía, escenografía y dirección artística: Carmen Werner. Música: Enrique Eizaguirre, Jorge Ramírez y Andrés Hernández. Madrid en Danza. Teatro Pradillo, Madrid, 28 de abril.
El tema gustaba, pues hasta san Carlos Borromeo (que tenía un pasado, por cierto) anatematiza a los novicios que se amartelen, de idea o de obra, imponiendo severas penitencias. Todo esto está en Pan... de manera sutil pero firme, y deben estar revolviéndose en sus halos san Pedro Damián, san Bernardino (que tanto se afanó desde el púlpito contra la sodomía) y hasta san Antonino, pues al final de Pan de lágrimas hay un cambio de poderes, una revolución donde no se prevé el arrepentimiento, sino la aceptación de las diferencias. Una breve mención a Tom Lovegrim, que tiene sobradas dotes dramáticas y las luce.
Babelia
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