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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Miró, mostrado casi al completo

Victoria Combalia

Miró, en España, ha sido trivializado por el diseño sin antes haber pasado por los museos. Pero deberíamos añadir: muy poca gente en nuestro país conoce bien a Miró ni, sobre todo, comprende bien a Miró. Para conocerlo, para aprender a amarlo (o a criticarlo, pero desde una base de cultura) hacía falta una exposición como ésta, que por fin reúne lo esencial de la obra mironiana. Porque la gente opina, pero resulta que no ha visto jamás ni El cazador, ni El nacimiento del mundo, ni los Collages de 1929, ni la Naturaleza muerta con zapato viejo, ni las Constelaciones (ahora, por fin, mostradas también en una reciente y bellísima exposición en el Reina Sofia), ni ninguna de las obras fundamentales, porque éstas se encuentran básicamente en el resto de los países europeos o, sobre todo, en Estados Unidos.¿Por qué es importante Miró?, se nos pregunta estos días con insistencia. Miró es importante en la historia del arte del siglo XX porque fue capaz de crear un nuevo concepto de espacio, vacío, abstracto y absoluto, en el que se inscribían manchas, signos varios y personajes reducidos a formas biomórficas o a ideogramas. Su radicalidad y su originalidad fue detectada inmediatamente por sus contemporáneos y por los artistas más jóvenes. "Para mí", dijo Giacometti, "[Miró] significaba una mayor libertad. Algo mucho más aéreo, más vacío, más ligero que todo lo que yo había visto". Pero, además, Miró es, junto con Arp y Masson, quien explora el dibujo y la pintura automáticos mediante el aprovechamiento del accidente, sea éste el goteamiento de una esponja empapada de pintura (como podemos ver en El nacimiento del mundo, de 1925) o de una línea trazada al azar. Miró es también uno de los artistas, junto con Picasso, que más atención concedió a la experimentación con todo tipo de soportes (tela o papel, cartón o masonite, papel de lija o arpillera), de materiales y de técnicas. Miró es también la expresión de una visión franciscana del mundo, de una defensa de las raíces y de los sentidos; Miró es la defensa de la pureza y de la inocencia recobradas, todo ello tras una lenta, y laboriosísima, operación mental.

Joan Miró

Fundación Joan Miró. Parc de Montjuic. Barcelona. Hasta el 30 de agosto.

Sus mejores pinturas

Así que aquí tenemos a Miró, con una selección ortodoxa de sus mejores pinturas, una selección perfectamente correcta y sin relecturas ni revisiones. Porque tampoco se trataba de eso: se trataba, ante todo, de dar a conocer al mejor Miró, algo que este país no había visto jamás, salvo en la retrospectiva barcelonesa de 1968, y aun entonces con las limitaciones propias del momento.De lo visto en esta muestra señalemos, de su primera época, la rareza de telas como el retrato de Ramón Sunyer o La casa de la palmera, ambas de colecciones particulares. Otras, como el magnífico Flores y mariposa, están en el Museo de Yokoama; otras, como La mariposa, son escasamente prestadas. De los años veinte, sin duda sus mejores años, el conjunto es excepcional. Nunca volverán ustedes a ver reunidas composiciones tan importantes como Tierra labrada (1923), El cazador (1923-24), El carnaval de arlequín (1924), La bailarina II (1925), El nacimiento del mundo (1925), Amour (1926), El personaje tirando una piedra a un pájaro o Perro ladrando a la luna (1926). Aquí está el mejor Miró, el que es capaz de dejarnos colgados en un detalle,, el que metamorfósea la realidad vista, el que crea formas absolutamente nuevas.

En este apartado cabe señalar que se nos enseña aquí por primera vez El acomodador de music-hall (1925), recientemente comprada por la Generalitat de Cataluña. Es una obra interesante, no comparable a las recientemente mencionadas, y pagada ligeramente cara (150 millones) para un momento en que aún existen obras espléndidas de Miré en el mercado.

El único pequeño fallo que a nuestro entender posee esta muestra es la ausencia de escultura, o para ser más exactos, de objetos (hay un bajorrelieve -Construcción- y un Objeto de 193 1; el famoso Objeto de 1936, con su loro disecado, no ha sido finalmente prestado por el MOMA de Nueva York). Este olvido -deliberado- es importante, pero no emborrona, ni mucho menos, la gran belleza de esta muestra.

Las pinturas d`aprés collage, los Collages de 1933, los Monstruos de 1934-35 (magnífico el titulado Dos mujeres procedente de Hannover), los masonites (a señalar el rarísimo masonite de la colección de Katsuta), la Naturaleza muerta con zapato viejo y el magnífico Autorretrato llameante del MOMA... Los años treinta están, por tanto, también excelentemente representados. Hay bellas disposiciones en la pared, como el Autorretrato junto a Une étoile caresse le sein dune negresse y, sobre todo, la Mujer escuchando música junto a Bailarina escuchando tocar el órgano en una catedral gótica, ambas de 1945, y ambas asociadas aún a las Constelaciones y compartiendola negrura de sus fondos. De los últimos años resulta bastante impresionante ver reunidos los tres Azules de 1961, en un accrochage que consigue un efecto semejante a la capital de Rothko, pero aquí en azul y de Miré, así como las tres Pinturas murales para un templo, de 1962.

Dibujos preparatorios

Un acierto de la exposición ha sido mostrar muchos dibujos preparatorios con la fotografía del cuadro posterior. Que la fundación haya tardado casi 20 años en enseñárnoslos (salvo unos pocos, en las muestras Miró años veinte, Miró años treinta y Miró y los libros) es algo que no se comprende, dado el tremendo interés de esta fuente de información y de belleza que son los cuadernos y las anotaciones del pintor. Pero, en fin, ahí están para delicia de los visitantes, que podrán leer frases como ésta: "Al aplaudir después de una buena faena, el público se levanta lentamente y las personas parecen llamaradas de fuego; las manos que aplauden son como un latido de alas de paloma". ¡Qué ejemplo para comprender la génesis de sus formas!En resumen: esta exposición no es, obviamente, la exposición del siglo, ni siquiera es la más completa de Miró (la de París, con 350 obras, en 1974, lo fue, y podrá compararse a la del Museo de Arte Moderno de Nueva York, que abrirá el próximo octubre). Pero ésta es una exposición (casi) completa, bellísima y bien escogida, absolutamente imprescindible.

A partir de ahora, en España, ya nadie debería poder afirmar que no comprende a Miró. Cuando menos, tiene todos los elementos para poder juzgar sobre una base sólida: la de su mejor arte.

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