Los obreros de Marx
El capítulo que Paul Johnson dedica a Carlos Marx (1818-1883) lleva por título El genial impostor. En opinión del autor -con espasmos feministas y anticomunistas frecuentes-, Marx fue antes poeta, periodista y moralista que científico. De los poemas marxianos deduce además su profundo pesimismo respecto a la condición humana, su fascinación por la corrupción y la hecatombe apocalíptica. Aparte su inclinación a la violencia, que supuestamente aprendió en las tremendas disputas de familia. Del periodismo, ejercido durante más de una década, Johnson opina que Marx adquirió la habilidad para la titulación y las frases efectistas, pero advierte que varias de sus más conocidas sentencias son material robado. "Los proletarios no tienen patria" la habría obtenido de Marat; "La religión es el opio del pueblo", de Heine; "A cada uno según su capacidad, a cada uno según sus necesidades", de Louis Blanc; "La dictadura del proletariado", de Blanqui, y "¡Obreros de todos los países del mundo, uníos!", de Karl Schapper.
En cuanto al Marx moralista, su formación talmúdica y judía le parece a Johnson determinante de su método de investigación e incluso de conceptos tales como la redención social a manos del proletariado.
De otra parte, Marx, que peroró tan dilatadamente sobre industria y finanzas, no conoció más que a dos personas relacionadas con los negocios: su tío de Holanda, Lion Philips, que acabó fundando la compañía de bombillas, y a su amigo Engels. Nunca visitó una fábrica, ni una mina o un simple taller de manufacturas. Los líderes obreros de mediados del XIX eran partidarios de pactar mejoras progresivas y modestas y no de la revuelta.
Marx salía poco a la calle. "Yo soy una máquina condenada a devorar libros". Pero no podían agotarse allí las fuentes. Sus padecimientos por razón de la escasez económica y las cargas que derivaban de sus continuos endeudamientos debieron de influir -según Johnson- en sus furias contra el interés del dinero que provocaba, en último extremo, un sistema basado en el capital.
Descuidado con los bienes, despilfarrador, no entregó, sin embargo, nunca un céntimo a su sirvienta, Lenchen, que vivió con los Marx 45 años, se convirtió en su amante y tuvo con ella un niño, cuya paternidad acabó endosando a Engels para preservar su reputación social. Según Johnson, la pobre Lenchen fue la única persona representante de la clase obrera con la que Marx tuvo contacto directo. Su hijo podría haber sido el segundo ejemplar proletario, puesto que fue educado como obrero hasta obtener el título de ajustador a los 36 años, pero se dice que apenas cruzó con él tres palabras a lo largo de su vida.
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