El mercado impone una literatura ligera
Grandes tiradas de escritores españoles y menor éxito de las traducciones de novela
Es preciso distinguir entre literatura y mercado, aunque ambos se relacionen más de lo que parece. Pues, como dice Beata Rozga, editora de novela extranjera de la editorial Espasa Calpe, "algunas veces la literatura crea el mercado, y otras el mercado crea la literatura; éste es uno de esos momentos: la literatura intenta ver qué es lo que puede vender".En ello parece estar de acuerdo Ángel Lucía, editor de Debate, con una línea literaria que, aunque mantiene su apuesta por los jóvenes, ha frenado un poco, tras la euforia de la última década, vista Ia situación confusa", y toda vez que para un editor es hoy más fácil "encontrar buena divulgación que buenos materiales literarios".
Tras un paréntesis literario, lo que sucede no es más que lo de siempre, según la editora Beatriz de Moura, de Tusquets: "Una narrativa fácil, que no plantee problemas de pensamiento o sentimiento, una especie de complemento de la televisión". Y acota: "Siempre fue así en la historia de la literatura. En los años ochenta, y especialmente en España, habíamos vivido un momento raro en el que ciertos libros literarios tuvieron un éxito comercial no normal. Cualquiera podía intuir que el río volvería a su cauce. Yo no estoy de acuerdo, pero no puedo remediarlo". Hasta qué punto ha sido la crisis responsable de esta tendencia a lo más comercial es un enigma de difícil respuesta. Según el editor Mario Muchnik, en el mundo editorial anglosajón se ha superado ya la crisis, y es de prever que lo mismo suceda en España, en fecha imprecisa. Los ministros de cultura de la Comunidad Europea, reunidos en Copenhague, estudiaron ayer fórmulas de apoyo al libro infantil y a la lectura, y para combatir la influencia de la televisión, que induce a leer menos. Según Efe, también discutieron la necesidad de una "protección pública al libro".
Hacia el gris
En tanto que para Juan Cruz, editor de Alfaguara, "la literatura vuelve, acaso porque nunca se ha ido, y porque en tiempo de crisis las sensibilidades vuelven a la calidad y la reflexión", a juicio de Beatriz de Moura la tendencia gris es mundial: "En los últimos veinte años, ¿qué corriente de ruptura ha surgido? Ninguna, pues no tendría ni siquiera el medio para expresarse. Los últimos mohicanos somos los editores literarios independientes, y además no hay relevo. Los riesgos que se corrían antes ya no los corre nadie".
Jacobo Stuart, editor de Siruela, piensa que el panorama se describe más por individualidades que por tendencias, aunque sí parece que "se ha experimentado un cambio del gusto. Tras un experimentalismo que llegó a ser exacerbado y hueco, era lógico que se volviera a lo narrativo. Seguramente en 20 años se volverá a experimentar".
Este conservadurismo tiene mucho que ver con la situación industrial, piensa Moura; pues, por lo general, la literatura se vende lentamente en las librerías de fondo, y éstas, en España, son exigua minoría. "No soy muy optimista", dice Moura. "Las cifras de compra de libros no tienen nada que ver ni con la lectura ni con la literatura. El consumo de libros y la lectura de libros se han separado abismalmente". Beatriz de Moura es escéptica respecto al repuntar del ensayo del que hablan algunos editores. "A los editores les encanta la euforia optimista, y a veces fuerzan un poco las cosas. Pero no es cierto. Las mujeres siguen leyendo narrativa y el índice de hombres lectores no ha aumentado". Según el editor Mario Muchnick, los únicos libros con un éxito comercial indiscutible son los que se encuentran en los quioscos.
Lo que se vende bastante es "el libro facilón, que no se puede llamar literatura", dice el distribuidor Miguel Visor García Sánchez, "pero los autores españoles no se habían vendido nunca como ahora, cuando se repiten algunos títulos con 60.000 ejemplares vendidos". Estos datos fueron confirmados por María Paz Arias, de la librería Antonio Machado, que ha llegado a vender hasta 500 ejemplares de más de una novela española. En cambio, ha bajado bastante la literatura traducida. "De todas formas", dice Visor, "no veo mayor crisis que en cualquier otro momento. Nuestras ediciones son de 3.000 ejemplares o menos. Mayor crisis que esa es imposible".
Dietarios
Es verdad que los editores arriesgan poco, dice Juan Cruz: "Pensar qué haría un editor de hoy con Rayuela [de Julio Cortázar] abre un abismo de consecuencias culturales incalculables. Sólo podremos salir adelante con la complicidad del público. Sin embargo, la confusión actual no es mala, pues la literatura es un territorio grande en el que debe tener cabida todo el mundo, salvo los que escriben mal o, incluso escribiendo bien, no tienen nada que decir". En ello coincide Manuel Borrás, editor de Pre Textos, para quien la ambición de una mayor inteligibilidad ha permitido "colarse de rondón a gente sin imaginación". Acotado el terreno de la narrativa por una fuerte competencia, Borrás se ha lanzado a publicar un género que podría apuntar y que, hasta la fecha, en España era considerada una locura: una colección de autobiografía en forma de dietarios y cuadernos íntimos.
Para Beata Rozga, el conservadurismo formal prueba la decadencia, puesto que vive en el pasado sin renovarse. "Quizá la creatividad se encuentre en los temas, pero la literatura es algo más y el factor estético no se puede dejar de lado", dice. "A ello contribuimos los editores, sin duda. Si no se permite que Kafka vea la luz... probablemente hoy Kafka no vería la luz".
Para Rozga, las causas más profundas de esta situación se encuentran en "el sistema de mercado, algo que destruye la cultura a largo plazo. Al igual que la sanidad, la cultura no se puede medir solamente por el criterio económico, pues sucumbiría; probablemente sucumbirá". Polaca de nacimiento, Beata Rozga piensa que "el resultado en España es peor que en Francia o Alemania porque se parte de un nivel cultural medio más bajo. En Francia se tardará más en destruir la cultura".
Babelia
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